Chatwin no es un lugar, claro. Son muchos. Chatwin es –fue-
un viajero.
Bruce Chatwin fue un tipo singular que contaba cosas acerca
de los lugares visitados. De mayor, me gustaría llegar a ser como él, pero lo
tengo complicado, murió a la edad que yo dejaré de tener mañana, así que…
Comencé por leer una reseña sobre un libro que recoge su
epistolario: Bajo el sol. Y me sonó interesante. Lo compré. Lo devoré. Decenas
de cartas enviadas desde lugares remotos o desde su casa, pero con la mochila
siempre cargada. Un tipo capaz de combinar a la gente (tráeme las botas), a las
cosas (vende la alfombra y con eso podrás pagarte un pasaje) y a las
circunstancias (nosotros conduciremos y tú llegas por avión, nos reunimos allí
y salimos hacia…) para poder sacar todo el jugo a cada viaje. Eso si, pasaba por encima de casi cualquier
cosa con tal de hacer lo que quería hacer. Problemático, pero no se puede
juzgar la vida de alguien sólo por lo que escribe en sus cartas. Sin embargo donde
no caben reparos es en su obra
literaria.
Era obligado leer a continuación sus relatos. Tengo los
libros subrayados hasta aburrir. ¡Cuántas frases para enmarcar! En la
Patagonia, Los trazos de la Canción, Qué hago yo aquí y Utz. Del tirón. La
verdad es que tienen estos libros, especialmente los fragmentos dedicados o
entroncados con el libro que nunca escribió acerca de los nómadas, una serie de
reflexiones sobre el carácter esencialmente errante de las personas, que te
enganchan sin remisión. Los conceptos de que todo el que se mueve tiene una vida
más satisfactoria y que los grandes males de las sociedades surgen del asentamiento,
la propiedad de la tierra, la religión, las jerarquías y el hacinamiento.
Su viaje por la Patagonia está en mi agenda para cuando
pueda (sonrisa irónica), aunque hay demasiado protagonismo británico en un
relato sobre una tierra en la que la densidad de hacendados de ese origen no
parece ser tan alto según otras lecturas. Pero hacerse ese recorrido a pie y
como lo hizo, es de quitarse forzosamente el sombrero. Las cartas que
corresponden a la época en que hizo el viaje y que se recogen en el libro Bajo
el sol son muy esclarecedoras de cómo vivió el viaje y ayudan mucho a entender
mejor lo que luego escribió en En la Patagonia.
Los Trazos de la canción es un extraño y singular libro
dedicado al estudio de los mitos de los aborígenes australianos que descubre a
una gente cuya concepción del mundo se me hizo tan rara como ajena. Más
interesante como curiosidad que digna de admiración en mi pobre opinión, pero
tiene fragmentos maravillosos. Recomendable.
Qué hago yo aquí es un compendio afortunado de textos cortos
y reportajes periodísticos de los que vivía junto con cierto chalaneo de obras
de arte, tema en el que era un experto ya que llegó a trabajar para Sotheby’s. En sus cartas
se refiere cómo compraba piezas con las que luego mercadeaba para poder
sufragarse las necesidades cotidianas. Entrevistó a Indira Gandhi, vivió con
los aborígenes, exploró zonas de Afganistán en las que ahora nadie entraría, como
otras muchas de Asia central, África, América… Vivió una temporada en Ronda, otra en China, otra en India...
Y un final duro y abrupto. Lo mató el SIDA con 49 años. Qué
pena.
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