Tras Chatwin, Gellhorn, Stark y algunos otros, he leído a
Theroux. Por cierto que dedica un espacio nada despreciable a Chatwin, mira tú
por dónde. Ah, y el párrafo de la obra de Stark “El valle de los asesinos” (que
obviamente ya tengo encargada) acerca de la soledad es… indescriptible. Leedlo.
Lo primero que debo decir es que en un arranque un tanto
chovinista, me parece que ignora por completo el rico mundo de la narrativa
hispánica relacionada con los viajes. Pero todos tenemos defectos.
Por lo demás me parece un libro único, magnífico y
recomendable, con un buen número de frases para recordar (ojalá mi memoria de
teflón lo hiciera) y otras muchas citas interesantes que han pasado a engrosar
rápidamente mi ya de por si vasta lista de libros por comprar. Admito
donaciones.
No voy a hacer aquí la relación completa de frases que me
han gustado, pero hay alguna que no puede ser eludida. Algunos ejemplos van
ahí.
- Uno de los engaños más felices y útiles sobre el viaje es
que uno se encuentra en pos de algo.
Eso es, viajar es un fin en si mismo.
- En el viaje perfecto, la desconexión se vuelve una
necesidad. Concéntrate en dónde estás; olvida los asuntos pendientes; no
aceptes encargos; permanece incomunicado; desaparece del mapa.
Yo lo he logrado algunas veces. Quince días sin encender una
televisión y sin internet sosiega mucho. Intentadlo.
- La invisibilidad, la condición normal del viajero maduro,
es mucho más útil que la notoriedad.
POR ESO ESTE BLOG SE LLAMA PRESCINDIBLOG. Hay quien me hizo
sentirme prescindible (todos lo somos, es bueno hacerse consciente de ello
cuanto antes) y, después de las decepciones, vino la luz.
- … la primera condición para entender un país extranjero es
olerlo.
¡Pero claro! La nariz, esa permanente olvidada.
- El viaje no es ninguna vacación, y a menudo es lo opuesto al descanso.
Y tanto. Por eso los ricos se toman un descanso después de
un viaje. ¡Ay, los ricos! Tú llegas en el último vuelo posible para apurar y al
día siguiente vas al trabajo; otra cosa es que trabajes, pero ir, vaya si vas.
¡Mendrugo!
- No existe literatura de los viajes en avión, tampoco hay
demasiados ejemplos de textos sobre una ruta en autobús; y los cruceros
inspiran comentarios sociales y poco más.
Dentro de poco una de estas facetas quedará superada (risa
neurótica); ¿gracias a (nueva risa, aún más neurótica e intimidatoria) quién?
¡A mí! (gritando, asintiendo y señalándome a mi mismo). Pavoroso, tú estas loco
Briones.
- Al viajar, un hombre debe llevar consigo conocimientos, si
con conocimientos quiere volver a casa.
Sí, hay que preparar el viaje. Para entender lo más posible.
El capítulo titulado “Se soluciona andando” es,
sencillamente, indispensable. ¿Será por eso que camino tanto? Dice textualmente
que “Andar es un acto espiritual; caminar solo induce a la meditación”.
Indiscutible.
La descripción sobre los requisitos que debe reunir un perro
para ser comestible, así como, en general, todo el capítulo dedicado a lo que
se come o ha de comerse uno en ciertos viajes (nunca he llegado a esos
extremos, al verdad, me sentí un turista yanqui leyéndolo, soy un blando, un
paleto) es tremendo. Indigesto, diría.
Al capítulo sobre el ombligo del mundo le falta el onphalom de Delfos, que ya mencioné.
Pero hombre…
Y, bueno, los sitios horribles de nombre evocador,
ensoñador, mágico (Bagdad, Samarcanda…) y que no valen un ardite, a cuya lista
yo añadiría alguno que otro; como la de sitios “en los que no viviría, pero no
me importaría morir” y alguna otra, digna de alabanza, sin duda.
Para finalizar, la descripción que hace de Paul Bowles,
que para mí desease: “Era un hombre apuesto,
y muy poco impresionable, vigilante y solitario, y conocía bien su
mente. Su predisposición a la tolerancia, con unos toques de fatalismo, lo
convertía en el viajero ideal”. Ya
quisiera yo tener todo eso. Me faltan… a ver… una, dos, tres… bueno, varias características,
ea.
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