domingo, 27 de julio de 2014

VERGINA: LA TUMBA DE FILIPO II. O NO.

A una hora de Salónica, donde tan bien se come y tan buen ambiente puede disfrutarse, te llevan a visitar un lugar minúsculo en los mapas: Vergina. Según nos cuentan, en su época se llamó en realidad Egas o Aigai y fue importantísimo en el siglo IV a.C. para el entonces reino de Macedonia.
Al llegar has de esperar turno, ya que la entrada se hace limitando el número de personas que hay en el interior. Pero vale la pena.

Entrar por la rampa que te introduce bajo el túmulo cónico cubierto de hierba y adelfas en flor te lleva a un lugar de los que no hay que perderse. Rápidamente aprendes que el símbolo del sol será una constante, y de él te aclaran que fue el distintivo de los reyes de Macedonia en la época previa y posterior a Alejandro Magno. Alejandro III, según la secuencia real, hijo de Filipo II, y hermano de Filipo III no podía ser el rey allí enterrado, ya que de él sigue sin saberse dónde se encuentra. Fue enterrado en Egipto y sucuerpo fue luego perdido. Parece haber discusión acerca de cuál de los dos Filipos están aquí, pero al visitante lego, como yo, no le quita el sueño. El sueño de visitar un lugar mágico. Dicen que el tesoro de Tutankhamon o la tumba del señor de Sipán son comparables, y doy fe. Esto no lo he visto en ningún otro sitio “griego”, aunque, confieso, me faltan tantos...

Frescos impresionantes (La caza del León, en la que se cree representado a Filipo), frontispicios policromados, entradas majestuosas y completas, puertas de mármol y, sobretodo, el ajuar. Yelmos, petos, corazas, escudos, espadas, collares, grebas (dicen que una es más corta que la otra, lo que apuntaría a Filipo II, que parece que tenía una cojera consecuencia de una herida), y, lo más fascinante de las joyas que allí se ven: las coronas de hojas de roble y bellotas. Son primorosas. Buscad las fotos en internet porque allí dentro no te dejaban hacer fotos, lo cual es frustrante, porque cada rincón era un motivo para hacer clic. Tampoco hay que dejar de ver las figuritas de marfil, de un detalle asombroso en su perfección y expresividad. En cuanto a la coraza que se atribuye a Filipo II (o III, qué mas me da a mi) es tan bella, sin duda, como las de Chiclayo, pero más austera, más “griega”. Preciosa.

También allí hay otras tumbas, una de ellas parece corresponder a la mujer de Filipo II, Cleopatra (o a la de Filipo III, Eurídice) y sobre ella hay la misma controversia, precisamente porque en el ajuar hay armas y parece que la mujer de Filipo II no tuvo entrenamiento militar mientras que Eurídice sí. En todo caso, el ajuar es también magnífico. Hay una arqueta de oro o chapada que tiene en su tapa el símbolo del sol y que es la estrella de las tiendecitas de souvenirs del pueblecito de al lado. Es tremenda, y más expuesta, como está, bajo una de esas coronas de hojas de roble. La otra tumba parece tener menos dudas respecto su ocupante, ya que nos contaron que el hijo de Alejandro, que haría el IV en la saga y que fue envenenado por Casandro, fue el inquilino casi seguro.

Lo más impresionante, con todo, es que el sitio y el museo están ambos en su lugar. Todo se mantiene allí, cosa que no siempre puedes lograr (no es así con los tesoros de Sipán o Tutankhamon, en los que el tesoro está en un museo ajeno a la tumba). Pasas de una vitrina con la coraza de Filipo o la corona de la reina a una entrada majestuosa al final de una escalera que desciende y ves, desde la puerta, el interior de la cámara donde estaba. Los estucos, los frescos, los ornamentos… todo junto.


Y cuando sales, hermanado con Stendhal ante tanta belleza, necesitas regresar al mundano vulgar que eres en realidad. Y para eso, nada mejor que una buena cerveza, bien fría. Una Vergina helada, por supuesto. Es lo suyo.

lunes, 7 de julio de 2014

LA VENGANZA DE LA GEOGRAFÍA, DE ROBERT D. KAPLAN

Siempre me pareció injusto que en los libros escolares de Geografía e Historia, la Geografía fuera, obvia y marcadamente, de mucha menor entidad que la parte dedicada a la Historia. Con apenas unos pocos temas, nos despachaban aquello y entrábamos en los procelosos mundos históricos. Por eso siempre me ha gustado la Geografía. Supongo que el atlas postal de España de un tal Briones también pudo tener alguna influencia, pero no estoy nada seguro de que mi afición se corresponda con las líneas de distribución de envíos, los trenes correo y otras cosas así.

No, la Geografía me ha atraído siempre como parte importante de lo que he visitado. Saber cuanto más mejor de los sitios visitados o por visitar, al menos durante lo que durase el viaje, siempre me ha ocupado; luego ya la memoria haría su trabajo y lo iría olvidando. Sin esfuerzo alguno.

Por eso, un libro titulado “La venganza de la geografía” captó mi atención de inmediato. Y el subtítulo aún más: “Cómo los mapas condicionan el destino de las naciones”. Es un buen libro, sin duda, pero atraviesa momentos un tanto pesados, especialmente cuando revisa los conceptos de geógrafos de finales del XIX y principios del XX sobre los que se fundamente la ciencia de la geopolítica actual. Sin duda, es más mi impericia en valorar estos pasajes que su excesiva densidad, pero me queda una cierta duda… Y eso es así porque en otros tramos del libro, el discurso es tan ágil y tan actual que engancha. Es especialmente brillante, o lo fue para mí, la parte que dedica a analizar las zonas del mundo especialmente importantes en lo que se llama geopolítica, y que se rigen por  complejísimas influencias, amenazas, fortalezas, debilidades, intereses y actores.

Por qué China extiende sus redes y cómo lo hace, qué países reciben su “ayuda” para crear líneas férreas o gasoductos que convergen hacia territorio chino o hacia puertos construidos por ellos y en los que atracan sus barcos. Por qué las islas de la fachada pacífica china le resultan un estorbo en sus líneas de comunicación – de abastecimiento- para aprovisionarse de todo cuanto obtiene en África o Latinoamérica. China alimenta al 23% de la población mundial y tiene sólo el 7% de la tierra cultivable, nos dicen. Una frase para enmarcar: “Los chinos te estrujan o te fascinan de manera sistemática y total”. Preciosa.
Qué papel juega India, cuyo noroeste es islámico (hay una interesante reflexión acerca del surgimiento y expansión del islam) y ha sido puerta de entrada de numerosas influencias a lo largo de la historia, así como de culturas (incluida la griega), reinados y modos de gobierno para ese subcontinente. Ahora, el tándem Pakistán- Afganistán determina en mucho la manera de relacionarse de la India con el Asia central, terreno de disputa con el otro imperio creciente, el chino y con el imperio que no quiere dejar de serlo, el ruso. Por qué Irán es un pivote central y crucial en todo este tablero de ajedrez. Y, asombroso, por qué Afganistán está llamado a ser el centro neurálgico energético de esa compleja Asia central. Cómo Turquía hace de puente – real y virtual- entre el mundo islámico y el europeo; y cómo resulta ser un país determinante para sus vecinos, hacia los que se ha vuelto en una rearme islamista que aumenta en un país laico desde Atatürk, algo en cuyo origen puede estar el rechazo de la Unión Europea a su asociación a la misma… La gran Rusia y sus dimensiones continentales, con las implicaciones que eso tiene en su dinámica política y de presencia en el mundo. Yo no lo sabía, pero Rusia tiene un PIB comparable al de Italia, y sin embargo, su papel en el mundo excede en mucho a esa fuerza económica. Se disputa con China buena parte del territorio de Manchuria y, según el autor, con poco futuro: las armas cederán, necesariamente, a la potencia demográfica china. Y la demografía rusa retrocede… y la europea… y la norteamericana. La parte final del libro es un estudio y una crítica acerca de dónde deben los EEUU volcar sus intereses y recursos. Y la conclusión es que, desde luego, no en Irak o Afganistán, sino en México. La presión demográfica del sur acabará por ayudar o debilitar a los estadounidenses en función de cómo se relacionen con México. Si le ayudan a progresar – y no económicamente sólo, sino, especialmente, en la consolidación como estado viable, democrático y estable- según el autor, los Estados Unidos dejarán suavemente de ser la potencia número uno del mundo para pasar a ser una importante zona socioeconómica en compañía de sus cada vez más potentes socios mexicanos y los irrelevantes canadienses. Nos da otra idea por la cual vale casi la pena el libro: Las fronteras estáticas entre sociedades de distinto nivel juegan siempre a favor de la sociedad menos avanzada. La de EEUU con México es la frontera del mundo que divide a dos sociedades con la mayor diferencia de renta per cápita. Me gustaría saber si la de Ceuta o Melilla se distancia mucho.

En fin, habla este libro de muchas cosas, pero muy pocas de España y Latinoamérica. Es un libro muy “anglosajón” en todo. Pero tiene su gracia. Acerca de los nacionalismos nos dice que estos son y serán aún más en el futuro, urbanos. No hay “tierra” como elemento central del movimiento político, sino ciudadanos urbanitas. De España dice poco, la verdad. Echo de menos alguna referencia más al papel que tuvo, pero… eso sí, menciona a Cataluña entre las regiones del norte de Europa. Joder con la geografía. Qué pifia. ¿Serán errores todo lo demás?