viernes, 12 de febrero de 2016

BREVE APOSTILLA A “VACAS NO TAN SAGRADAS”

Después de dos años, vuelta a la India. Y habrá más, seguro.
Y esta vez recibí de nuestro querido guía Kumar alguna noción más acerca de las vacas y su reverenciada existencia. Para no ser tan sagradas (ver aquí) son una niñas mimadas de narices.
Nos contaba, entre otras anécdotas, la dispar manera en que los indios quieren congraciarse con ellas. En el campo, no es raro toparse con vacas engalanadas. No solo para las fiestas (Ponggar, Duwali y otras), pero especialmente en ellas. Es muy llamativo ver los cuernos pintados de colores (rojo, azul) o a ellas con collares de cuentas o con marcas en la piel (círculos, puntos a modo de pecas, cuando no teñidas casi del todo a base de cúrcuma o de otros colores). Y parece ser que también se les da de comer un menú festivo. Bueno, ellas y ellos, porque los bueyes y toros también llevan su aderezo, y si hacen de tiro para alguna carroza, no desentonan en absoluto.

Bueno sí, son búfalos, pero muy pintones

En la ciudad, por el contrario, la cosa es más pragmática pero no menos delicada y dedicada. Nos cuentan, por ejemplo, de gente que se ocupa en darles de comer antes de irse a la oficina, de manera que les dejan un cuenco con comida a la puerta. Esto es lo menos frecuente por lo que yo entendí, pero no lo es otro modo que consiste en, sencillamente, dejar un balde con la basura orgánica a la puerta. Ellas se lo comerán. Si lo pensamos seria y reflexivamente, es, una vez más, de una eficiencia asombrosa. Eso sí que es aprovechamiento de recursos, producción sostenible y reducción de residuos. Para un sanitario… hombre, algo habría que decir en contra, pero esto no es un texto profesional (monos, ratas, moscas…), dejadme divagar y ensoñar. Se evitan residuos orgánicos en la ciudad (o en los pueblos, que allí también se hace) y lo que originan: olores, insectos, necesidad de recogerlos (camiones, que consumen, contaminan y ocupan espacio en las congestionadas calles) y de tratarlos (plantas de procesado, segregación y selección, vertederos, personal, energía…) y se evitan contaminaciones bióticas de cursos de agua, superficial o subterránea. Claro que es una visión bucólica y que no aguanta un análisis profundo desde el punto de vista de funcionamiento y salubridad de una gran ciudad, pero, ¿a que tiene su fundamento? Y, de hecho, funciona. Lo hacen, y evitan así desperdiciar una fuente de alimento –gratuita en todos los sentidos- para sus vacas. Discutible, sí, pero resiste no poco la discusión. Parece ser que no todo son desechos a la hora de satisfacerlas: la primera porción de pan que se hornea en casa les es ofrecida a las vacas igualmente.


Y aún otras dos cuestiones bovinas más. ¡Ay del hindú al que se le muera la vaca! El pobre que cometa el sacrilegio de que se le muera una vaca atada en su casa debe hacer penitencia. Una versión apunta a la obligación de ir al Ganges con la soga culpable al cuello y así purificarse. Otra opción parece ser peregrinar a alguna de las muchas ciudades sagradas para obtener la redención. Y el regreso: que da otras dos posibilidades, o bien la obligación de guardar la p… cuerda como signo de contrición; o bien la otra, más lúdica, que es dar de comer a los sacerdotes de su templo. Téngase en cuenta que según parece (La india por dentro, de Álvaro de Enterría, excelente) algunos sacerdotes “residentes” son tenidos por triperos y avariciosos. Vamos que darles de comer puede ser una ruina. Rajiv, ojo con la vaca, que lleva cuatro partos; te estoy avisando.

Tal vez por eso, a las viejas les solían dar libertad, mejor eso que penitenciar. Y de ahí también probablemente los refugios para ellas, algo ya en declive. Mejor aún, hoy en día, venderla a alguien sin tanta consideración al animal y, una vez mimada, sacarle un último rendimiento a la abuela en forma de dinero.



Y la última por ahora. Las vacas que no se recogen van a dormir en grupo a la mediana de las carreteras, alrededor de los semáforos o en medio de las rotondas. Y preferentemente en el centro de las poblaciones. Es matemático, y muy notorio como puede deducirse. ¿Y por qué?



Pues nos dan algunas razones que parecen por lo menos plausibles. Una es que en los pueblos están más cómodas en época de monzones ya que se aseguran una cama menos encharcada. Luego aunque no llueva vuelven ahí por costumbre. Esa es la que menos me convence.
Otra muy evidente es la mencionada antes: el acceso a la comida generada en los desperdicios de mercados y viviendas.

La que más me gusta y es más fácil de defender es la de la seguridad que les reporta. Allí están a salvo de animales que puedan agredirlas, a diferencia de si durmieran en el campo o simplemente a las afueras. Recordemos que la India tiene un sinfín de perros asilvestrados (en India tienen lugar la mayoría de las muertes por rabia que se dan en el mundo) y fauna peligrosa como para pasar la noche al raso (chacales en algunas zonas, serpientes…). El tráfico y la gente les dan protección. Y aún hay otra más curiosa y digna de estudio. El tráfico les aporta un extra de protección mediante los humos, esta vez frente a insectos y ciertos parásitos externos (garrapatas, mosquitos, moscas, tábanos…) a los que aparentemente los gases repelen. Muy creíble. Repito que esta idea no es descabellada. Qué verbo tan adecuado para hablar de vacas.