lunes, 22 de agosto de 2016

BATU CAVES. OTRA VEZ ESCALERAS, TEMPLOS Y MONOS, PERO AHORA CON LADRILLOS.


Kuala Lumpur, KL como la llaman los del lugar, tiene algunos templos que visitar, pero, conociendo otros, los de aquí quedan en una discreta posición. Los hay budistas o hinduistas, como el Thean Hou o el Sri Maha Mariamman respectivamente, pero, insisto, son pálidos reflejos de las maravillas vistas en otros sitios. En cuanto a mezquitas, la Mezquita nacional (Masjid Negara), que así se llama, es una construcción moderna en la que te obligan a ponerte un sobretodo de color lila, vayas vestido como vayas si no eres musulmán, mientras que, si lo eres, puedes entrar en pantalón corto. Eso para luego ni siquiera poder entrar a la zona de rezos y tener que asomarte desde la puerta, en fin…

No, los templos de KL no son la razón para conocer la ciudad, a excepción de uno, las cuevas de Batu. Nos dicen las guías que este templo hindú es uno de los más populares y grandes fuera de la India, y que está dedicado a la advocación del dios Murugan. Considerando el amplio olimpo hindú, releo algunas informaciones para reaprender que es otro nombre de Kartikeyan, dios de la guerra, hijo de Shiva y Parvati. La estatua de la entrada, dorada e imponente, se ve desde lejos, y lo cierto es que impresiona casi tanto como las escaleras. Es reciente, todo sea dicho. Y aquí, como en Popa, Birmania (ver), hay que subir, aunque esta vez menos escalones (272) y menos estrechos. A cambio, más poblados por gente y por monos. Bueno, y por astutos albañiles.


A la entrada, ya convenientemente descalzos y listos para empezar a subir, se nos acercan y nos ofrecen un ladrillo.

- It´s free!

¡Coño!, y a mí qué. ¿Para qué voy yo a querer un ladrillo? Reparas entonces en que mucha gente los coge. Y dudas. Hay, además, una alternativa, que es un cubito rojo lleno de arena. Pero… pero… ¿esto qué es?

Mono (y ladrillo)


Pues que los muy hábiles están haciendo una obra escaleras arriba y el acopio lo han de hacer a mano. Piden a los visitantes que les suban uno (o dos, los más cachas/generosos/estúpidos) y lo depositen a pie de obra, ahorrándose ese esfuerzo. Bueno, pues la escalera estaba llena de gente con el ladrillo a cuestas (nunca mejor dicho). Más de uno se libraba del peso extra rápidamente y lo dejaba en cualquier sitio, pero lo cierto es que la mayoría de la gente completábamos la tarea. Inusitado. Un buen montón de ladrillos aguardaba al final de la escalera como prueba de lo generosa que es la gente a veces. Y los paletas tan felices.

Por el camino, ibas ya tomando conciencia de lo aleccionados que están los monos y de lo incautos que son algunos visitantes, que con una bolsa de patatas fritas en la mano pretendían irlas dando de una en una y a su criterio. Panolis. Por detrás o directamente de frente  les llegaba no unos sino varios macacos, les agarraban la bolsa y, o bien se la arrebataban o tiraban todo el contenido allí mismo para abalanzarse sobre él.

-      - Oh, my god…

Ni tu god ni leches, es que eres tonto.



Bueno, el caso es que llegados a lo más alto, entras en la primera cueva y es de un tamaño respetable, bastante alta y oscura,  a excepción de los templetes de los laterales. Al fondo, una nueva escalera, esta vez más corta, lleva a la cueva superior. Todo está impregnados de olores propios, de cera, de incienso, de sándalo, y hay columnas de humo subiendo de cada pequeño altarcito en donde las barritas de incienso arden. Subimos a la cueva superior y allí hay una falla en el techo que permite ver el cielo y cuya ladera está densamente poblada por más monos que hacen el agosto (literal) con los turistas y sus donativos alimentarios. En ese momento, se están entregando donativos más serios a las deidades por parte de uno de los sacerdotes, y yo presto atención, como siempre, a las masivas y solidísimas “donation box” frente a las que el vulgar cepillo de iglesias y catedrales occidentales parecen –son- miniaturas. ¿Los llenarán?



Hay una extraña mezcla de fieles, meros curiosos y visitantes de esos que se cuelan en todas partes hasta la cocina sin respetar mínimamente el rito. La altura de las cuevas, el humo, los monos y el gentío le dan a las Batu Caves un ambiente ya conocido pero reeditado en clave troglodita. Lo cierto es que no tiene mucho más de extraordinario, al menos en un día corriente. Al parecer, los festivales que aquí se celebran son tremendos, el Thaipusam, pero eso no puedo corroborarlo en primera persona.

Abandonamos el sitio prestando atención a las figuras policromadas tan kitsch que abundan en estos templos, a los monos que se te cruzan en la escalera persiguiendo chuches e incautos, a las vistas de KL y a la enormísima estatua de Muruman que ahora te da la espalda.


Pero claro, algún detalle de estulticia tenía que haber por mi parte: me regodeé mucho visual y fotográficamente en una figura de las mencionadas que estaba tras el frontispicio y que por eso no habíamos visto al entrar. Una extrañísima composición de ave (diría que pavo real), vaca y mujer que me dejó atónito. Ubres y pechos, plumas y pelo (incluida trenza), collares y pendientes en una misma “cosa” o ser. Tendrá nombre y todo, pero eso no me fue revelado.