Los túneles de Cu Chi son una visita curiosa. Una red de túneles de más de 200 Km a unos escasos cincuenta de Saigón (ahora, oficialmente Ciudad Ho Chi Minh) controlados por el vietcong y martilleados constantemente por la aviación y la infantería norteamericana sin éxito. Se calcula que cayeron unos tres kilos de explosivos por metro cuadrado en la zona. Fue totalmente devastada, pero en el subsuelo, los pertinaces vietnamitas resistieron las bombas, los lanzallamas, el agente naranja y las granadas de mano.
Los túneles estaban hechos con un sinfín de argucias para hacerlos seguros. Las entradas, por supuesto disimuladas, siempre tenían una granada de mano acoplada. Eso servía tanto para castigar al intruso como para avisar de que una entrada había sido descubierta. Las cocinas, porque las había, tenían un ingenioso sistema de cámaras sucesivas en las que el humo se iba diluyendo de forma que finalmente la emisión no se percibía, ni por los olores ni por las volutas. Todos los respiraderos, entradas, salidas, estaban convenientemente "odorizados" para evitar el uso de perros. Al principio usaban pimienta, pero entonces los detectaban precisamente porque los perros rehusaban acercarse a cierto lugar. Después regaban esos sitios con agua donde habían "marinado" ropa, botas, gorras, etc. de los soldados americanos, lo que hacía aquel punto familiar para los perros y por tanto no daban señal alguna. Había también entradas bajo el agua, en el curso del río Saigón. Tenían salas de reuniones, enfermerías, talleres, zonas de descanso... de todo. Y los túneles estaban hechos con recovecos estrechísimos por donde un pequeño vietnamita podía pasar pero un corpulento marine americano, no; amén de toda suerte de trampas que daba escalofrío verlas. Entrar en ellos fue muy agobiante.
Desde luego, creo que gran parte de la frustración de los soldados norteamericanos se debió a que contando con la mejor tecnología del mundo, a raudales, no pudieron doblegar a aquellos pobres y desharrapados vietnamitas que con dos hierros, un hoyo y tres ramas, les causaban tanto daño. El guía, orgulloso, nos decía, parafraseando a las películas que todos conocemos: "Sí, es verdad, estábamos por todas partes, los charlies".
Desde allí, salían a hacer incursiones y fustigar la retaguardia en acciones rapidísimas de las que volvían a esconderse y aguantar la segura represalia.
El video con el que se inicia la visita es de risa (o de llorar, a ratos), porque usa un lenguaje muy anticuado y con acento cubano en su versión en español. Se habla de los "fantoches americanos", los "imperialistas canallas" y cosas así. Y, bueno, del otro lado se nombran a varios héroes del pueblo, campesinos en su mayoría, que se convirtieron en armas letales y que recibieron títulos con nombres tan sonoros como "Combatiente excelente aniquilador de americanos" o "valiente combatiente exterminador de tanques". Pelos de punta, pero conviene ver estos sitios, porque otros parecidos están ahora en uso en Afganistán, en Irak, en Sudán, en Mali, en Siria y en tantos sitios.
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