jueves, 4 de enero de 2018

LOS CAMELLOS (DROMEDARIOS) DE LA INDIA


Usaré "camellos" aunque en realidad sean dromedarios, porque me rindo a la cruda realidad: casi todo el mundo piensa en un dromedario cuando dice camello.
La población mundial de camellos crece. Por el contrario, en la India –que tuvo la tercera población en número- ha bajado sustancialmente en los últimos años. Originarios en su mayoría de los desiertos del Thar, en Rajastán y Gujarat, y adaptados a un clima que les es propicio, varias razones impulsan su declive. La progresiva urbanización y la consiguiente presión en tierras de labranza y pastos, así como la motorización agrícola, lenta pero imparable, ha hecho a los camellos innecesarios y ha reducido sus áreas naturales de hábitat. Como se ve, una situación parecida a la que ocurrió en España en los 50 y 60 respecto al uso del caballo y el burro. 

Pero asuntos cruciales relacionados con el manejo tradicional y la comercialización también han cambiado. Antaño, algunas comunidades (Raibhari y Raikha) tenían encomendada la salvaguarda de la pureza de las razas, prohibiendo la venta de hembras fuera de su demarcación (como se hacía también con las yeguadas reales en España). Para estos pastores tradicionales los camellos son de la familia. Casi como las vacas para los Hindi. No comen su carne, a diferencia de los pastores de camellos de África o medio oriente. Solo sirven para el trabajo (tiro y monta, también parecido al caballo) aunque sí consumen algo de leche, que el resto de los indios no aprecian. Eso conduce a su propia destrucción por favorecer la desaparición de su modo de vida. 


Los censos que publican algunas organizaciones de protección del camello, u organismos oficiales, revelan una caída espectacular desde el año 2000. A finales de los noventa se contaban setecientos mil ejemplares. Sin embargo, en 2015 la estimación era de tan solo trescientos mil, de los cuales dos tercios estarían en Rajastán y el resto en Gujarat, con minúsculos núcleos en otras zonas, siempre surtidos a partir de las poblaciones originales. Considerando la fisiología reproductiva de los camellos, que les hace madurar sexualmente a los 4 años, tener partos cada dos años y medio, y una vida media de veinte, la situación no parece alentadora. 
Fuera de sus zonas de origen y cría, los camellos han sido destinados a sacrificios -legales o ilegales- para obtener carne, cuero o huesos, y algunas centenas a usos recreativos, deportivos o turísticos. 


Su empleo como reclamo turístico en zonas del centro y sur (Uttar Pradesh, Karnataka) está lejos de ser el adecuado debido a sobrecargas, uso exhaustivo, desatención, malas condiciones de manejo, etc. Menos aun considerando que fuera de su hábitat desértico (clima, suelos, plantas) al que tan bien adaptados están, y trasladados a climas húmedos, sufren enfermedades asociadas, por ejemplo, a las temporadas de monzón que no se dan en el árido noroeste indio. Es el caso del carbunco bacteridiano (ántrax), tripanosomosis (especialmente grave en ellos) y otras hemoprotozoosis, e incluso rabia. Las lesiones podales debidas al terreno húmedo son muy frecuentes, como lo son también las ectoparasitosis y otras enfermedades cutáneas, las diarreas y las artritis. Aparentemente, y aunque pueda sonar paradójico, tampoco la dieta (que debería ser más rica en realidad) en zonas húmedas, les es favorable –ni reciben la suficiente-, como no parece serlo el clima caluroso pero húmedo de estas áreas.

En cuanto al sacrificio para carne, presenta varias aristas. El sacrificio ritual en fiestas religiosas musulmanas era tradicional, pero en los últimos años, son muy pocas las ocasiones en las que se sacrifican camellos. Tamil Nadu, Chennai (antigua Madrás) y otras administraciones lo han prohibido.
La carne de camello se consume asiduamente en otros lugares (Australia, Oriente Medio, Golfo Pérsico, Maghreb; recuérdense los camélidos sudamericanos como la llama, vicuña, guanaco o la alpaca). Semejante a la cecina o el tasajo, la pastirma está hecha a base de carne de camello fundamentalmente (las hay también de búfalo, oveja o cabra). En Australia, la carne de camello –más fibrosa y seca- se consume de igual forma que la de vaca. En India no es así. Una de las carencias que impide que este aprovechamiento pueda llevarse a cabo de forma racional es la falta de mataderos adaptados. Más aún, los existentes, pertenecen mayoritariamente a musulmanes, creando una nueva línea de tensión entre las comunidades hindi y musulmana. En los últimos años proliferó una cierta industria cárnica en zonas de Andhra Pradesh (centro), particularmente en la ciudad de Hyderabad, o Bengala occidental (noreste) y algunos estados del sur, como Karnataka, Kerala o Tamil Nadu. Algo parecido a lo sucedido en esos años con las vacas, que eran vendidas por sus dueños hinduistas a comerciantes musulmanes cuando ya eran viejas (véase Vacas no tan sagradas y Breve apostilla). Tanto los conservacionistas como las autoridades religiosas hindúes clamaban contra estas prácticas, tanto porque consideran que en el caso del camello el transporte se hace andando enormes distancias sin reparar en el sufrimiento de los animales en un terreno para el que sus almohadillas no están adaptadas, como porque a veces el sacrificio se hace en forma ritual (Halal) en lugares inapropiados, a la vista del público o en la calle, lo que, a su juicio, impide cualquier garantía sanitaria además de resultar una ofensa a los no musulmanes.
(Paradójicamente, en un país con grandes carencias de aportes proteicos en la dieta, las vacas, cuya población es inmensa, y los camellos, no se consumen. Lo cual genera, además de contradicciones, graves problemas, como el de los camellos, cuya supervivencia, si no son consumidos, peligra. Paradoja sobre paradoja.)

Tras muchos años de debate, en los que los conservacionistas abogaban por la simple prohibición de la salida de los camellos de Rajastán, pero otros actores, como por ejemplo los criadores, requerían un negocio viable, Rajastán prohibió tanto la salida como el sacrificio de los camellos de su territorio en 2015. El camello fue declarado animal oficial del estado y especie en peligro, al considerar que quedaban menos de 200000 individuos (a su vez, Karnataka, en el sur, prohibió su entrada; Mumbay también). Esta disposición legal dejaba a los camellos en un grado de protección similar al de las vacas, lo que es mucho decir. Incluía a cambio la promoción del consumo de leche de camella –pura teoría-. En 2017, y pese a sus pésimos resultados, la prohibición de sacrificio, tanto de camellos como de vacas, se hizo extensivo a nivel nacional.
Ha sucedido lo contrario a lo pretendido. En lugar de mejorar la situación de declive, ahora ya no sirven ni para venderse hacia el exterior. La mitad de los recién nacidos –los machos- no sirven para nada, su carne no puede aprovecharse. Y además está prohibido castrarlos. Lucharán por las hembras en celo, y solo se necesita un macho por cada 200 hembras. ¿Para qué criarlos? Y la leche de las hembras no funciona bien comercialmente. ¿De qué vivir? Están condenados a desaparecer. Más aún: al no poder venderlos para carne, trafican con ellos furtivamente, enviándolos de forma ilegal a otros estados –vía cerrada desde la reciente prohibición a nivel nacional-, a Pakistán o incluso a Bangladesh.

¿Hay algún futuro? ¿Hay otros usos o aprovechamientos? ¿Son rentables o pueden serlo?

A la leche de camella se le asignan algunas virtudes medicinales, como que cura la malaria, o que es afrodisiaca. Pero incluso se ha dicho –y creído- que ayuda a los niños autistas, generando una polémica y un comercio nada serios. Más fundadamente, se le señalan propiedades antidiabéticas –tiene un alto contenido en insulina- y una mayor digestibilidad asociada a su menor contenido en grasa que la de vaca o búfala. 

Dejando esto aparte, su simple consumo alimenticio ha tenido oposición por parte de algunas autoridades sanitarias, más debido a su difícil control sanitario en la cadena de higienización (sistemas tradicionales de ordeño, falta de plantas adaptadas, valores de referencia, etc., algo parecido a lo que sucedía con la de cabra en Europa) que a que tenga riesgo alguno per se. La administración no apostó por fortalecer el consumo de esta leche y el mercado, por sí solo, no ha despegado hasta ahora. Las lecherías no compran leche de camella salvo en situaciones de emergencia, y el pago se basa en el contenido de grasa, de la que es muy baja, así que no es rentable en modo alguno. Una tenue luz acaba de aparecer al haber decidido una gran industria incorporarla en sus chocolates. 
Se mencionan ocho razas de camellos indios: Jaisalmeri, Bikaneri, Sindhi, Kutchi, Marwari, Jalori, Mewari y Sekawati. En algunos textos se citan otras dos: Nachna, y Kharai. Mewari es la de mejor producción lechera (7-8 litros/día frente a 4-5 de los otros). El Consejo Nacional para la Investigación sobre el Camello de Bikaner tiene una planta lechera experimental y desarrolla un interesante programa de reproducción asistida con transferencia de embriones y ovulaciones inducidas, tratando de generar índices reproductivos y productivos mejores. Incluso una incipiente industria cosmética basada en la leche de camella trata también de aportar alternativas. Curiosamente, los movimientos proteccionistas ven estas iniciativas con preocupación, al considerar que conducirán a una ganadería intensiva del camello, y toman Australia o EEUU como ejemplos negativos al respecto. 


Hay otros aprovechamientos, como el hueso, utilizado como sustituto del marfil, lo cual tiene firmes detractores; o la lana, que, mezclada con lana de oveja o seda, rinde buenos resultados. La lana de camello se usa en Rajastán para elaborar alfombras, ropa, sombreros… Como en las vacas, también la bosta puede aprovecharse como combustible o abono, pero también se obtiene de ella papel, y existe una industria que lo manufactura. Las conocidas flatulencias del camello también apuntan a un posible aprovechamiento en forma de biogás, pero esto parece muy lejano y difícil. No sé si suena atractivo escribir en papel de bosta de camello mientras uno se calienta con un brasero alimentado por el mismo material. ¿Olerá a rayos?


Y otros usos. Los camellos toman parte en competiciones específicas. Hay carreras en el noroeste de India, pero son especialmente famosas las de oriente medio y Australia. También hay en la India ferias, algunas gigantescas, como la de Pushkar (solo camello), Sonepur, Jaisalmer, Sanganer (dedicada al burro), Bikaner o Nagaur, que congregan miles de ovejas, cabras, vacas, caballos y camellos. Incluso algún elefante es vendido allí. Pero junto con la compraventa, lo que más abunda son las exhibiciones, carreras (de camellos, de elefantes, de burros), peleas de gallos (ilegales), polo a camello, doma (en ocasiones se les enseña a caminar casi como un Lipizzano), danzas sobre ellos, concursos estéticos (que comprenden la valoración del enjaezado y esquilas decorativas con motivos geométricos y vegetales que incluso se tiñen). Añádase gastronomía, guarnicionería y marroquinería (sombreros, cinturones, mochilas, cuencos, fundas, decoración de murales, asientos…), zapatería (babuchas), botonería (de hueso), obtenidas o basadas en el camello. De hecho, su cuero se considera más resistente que el de vaca. Afortunadamente, en India no existen las peleas de camellos que pueden aun verse en Turquía o Afganistán.


Históricamente, el camello ha sido también un arma. El visionario Maharajá Ganga Singh creó un cuerpo especial sobre la base de los guerreros a camello de las tribus del Rajastán. Todavía se encuentran en algunos palacios fotos y equipo de las últimas acciones de las unidades de camelleros de Bikaner y Jaisalmer contra los turcos desde el Egipto británico en la Primera Guerra Mundial. Y aún quedan unidades militares a camello. Desfilan en las celebraciones de la Independencia de la India y participan en patrullas en las fronteras con Pakistán. Según parece, son baratos de comprar y mantener, pero no son muy dóciles ni tan inteligentes como los caballos, de forma que su entrenamiento ha de ser constante y no suelen dejarse sueltos en ninguna circunstancia, especialmente si hay hembras en celo en las cercanías, lo que los hace muy violentos (es la base, precisamente, de las peleas de camellos).


Pero, en realidad, son aun animales de utilidad. Sirven todavía como animales de tiro (para arar la tierra, tirar de carros e incluso de autobuses escolares), de carga (con inmensas albardas para, por ejemplo, el algodón) y de monta. Uso este que, adaptado a fines turísticos, parece una de las salidas viables a través de lo que llaman safaris y que no son sino recorridos de varios días en camello vivaqueando en parajes naturales, similares a los que se ofrecen en España a caballo. También toman parte, junto con elefantes y caballos, en preciosas paradas religiosas e incluso en las procesiones nupciales. Eso y los cortos paseos ofrecidos al turista en los alrededores de Jaisalmer o Bikaner son, seguramente, parte del futuro de estos animales, como lo ha sido para los equinos en otros lugares. De ese futuro forma parte inexcusablemente que se regulen las condiciones de tenencia y manejo de los animales, horarios, cargas, distancias, etc. Bienestar animal, vaya.


Tuve la suerte de verlos, y montarlos, cerca de Bikaner, y creo sinceramente que ese será su futuro. O no será. Si no se los comen, como nosotros no comemos –apenas- caballo, al menos deberán aprovecharse su uso recreativo, su leche y su lana, así como el cuero, estiércol o huesos como subproductos. 

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