miércoles, 12 de octubre de 2016

EL TEMPLO SIKH DE NUEVA DELHI


En pleno centro, cerca de Connaught Place, y en una esquina de Ashoka Road está el principal templo sij (sikh, que significa discípulo) de Nueva Delhi, el Gurudwara Bangla Sahib. No muy lejos está la oficina central de Correos y casi frente por frente la catedral del Sagrado Corazón, curioso. Gurudwara significa la puerta del Gurú, y es así como llaman a sus templos.


Visitarlo es un privilegio, ya que aunque el templo está abierto a quienes acuden a recibir la comida que de forma gratuita se reparte en sus comedores (lángar), no es una atracción turística frecuentada y hay que respetar sus exigencias para hacerlo. Por de pronto, cubrirse brazos y piernas; luego, cómo no, descalzarse; y, además, ponerse un pañuelo que cubra el pelo, adquiriendo así esa imagen tan típica. A los visitantes se nos reconocía fácilmente, el pañuelo era naranja, ellos van del color que les da la gana. No se puede tampoco entrar con tabaco (prohibido para ellos).



Los sikhs representan en torno al 2% de la población india pero guardan una tremenda cohesión cultural y apoyo mutuo, lo que les da una importancia relativa, influencia y repercusión en la vida pública muy superior. Son muy prácticos, trabajadores y emprendedores, lo que les ha hecho poderosos en las comunidades de comerciantes, científicos, profesores, deportistas, ingenieros, militares y policías, entre otros. Panjab, donde tienen una fuerte presencia, es uno de los estados más avanzados de la India.

Fundada por el Guru Nanak, esta curiosa religión tuvo otros nueve gurus, pero tras la muerte del último, se instituyó el Libro como única autoridad. El Libro según nos cuentan, fue recopilado por el quinto guru. Pero la única autoridad real es la propia comunidad: allí donde al menos cinco sikhs se congregan en torno al Libro, se asume que el guru está presente. La congregación se llama Sangat. Su pragmatismo proviene de la misma religión: no hay retiros ni ascetismos. La salvación puede lograrse con una vida honesta y normal dedicada al trabajo, al servicio y al amor fraternal. “El solo, oh Nanak conoce el camino, quien gana su vida con el sudor de su frente y después lo comparte con los demás”. Resulta familiar este aserto. Lo que no es familiar es afirmar que las riquezas y la mejor calidad de vida a través del esfuerzo sean bien vistas, como lo es en el sikhismo. Tampoco lo de ofrecer la otra mejilla: estos tiran de armamento cuando un asunto no tiene otro remedio a su juicio. Que se lo digan a Indira Gandhi.

De hecho, una de las cinco “k” de su simbología es un puñal. Las cinco “k” son i) el pelo largo y recogido (kesha, no se corta); ii) un peine (kangha); iii) una pulsera de acero (kara); iv) pantalones cortos (kacha) y v) el puñal o espada (kirpan) que nuestro amigo nos mostró. Estos símbolos siempre los han de exhibir los bautizados (amrit), y por el contrario no pueden beber alcohol, ni fumar (cualquier sustancia estimulante en general), ni comer carne halal. No hay monumentos funerarios, ni ríos sagrados, pero deben acudir al templo una vez al día.


Este no es el famosísimo Templo de Oro de Amritsar (Gurudwara Darbar Sahib) pero no le falta encanto. El aspecto es el muy difundido indo-musulmán o indo-sarraceno, tan frecuente en la arquitectura de edificios públicos indios de los siglos XVIII hasta mediados del XX. El mármol blanco por todas partes y el dorado en la preciosa cúpula y los techos le dan un aspecto extraordinario, lleno de arabescos, celosías, cúpulas, columnas múltiples, capiteles labrados y alfombras rojas. Y un enorme estanque rectangular. Parece ser que en su día, hubo una epidemia de cólera y que el agua del pozo de este templo contribuyó a paliarla.  



No hay iconos, aquí se adora el Libro Sagrado (Guru Granth Sahib), ante el que se guarda una larga fila. Se exhibe bajo un palio dorado y con cortinajes verdes, pero a cierta hora, con todos los honores, lo depositan en una sala especial donde pasará la noche. “Lo acuestan para que descanse” según nos dijeron. El templo sikh tiene un elemento esencial, y es la cocina comunitaria (Pangat o guru-ka-lángar). Todos (sikhs o no, pobres o ricos, extranjeros…) pueden comer la misma comida (langar), un elemento igualitario que se elabora gracias a las contribuciones de los creyentes. 


Nosotros vimos prepararla (en ese momento tostadas de pan hechas por cientos, y unas ollas gigantescas cuyo interior no pudimos averiguar, mientras en un comedor atestado la gente aguardaba en ordenadas filas. No sé quién miraba a quién con ojos más grandes. Pero siempre con una sonrisa. Uf. Porque son bravos y tiene fama de ello. De hecho, uno de ellos nos enseñó orgulloso su kirpan a la salida. Si no fuera por la sonrisa, acojona. No, sí que acojona. Precisamente por la sonrisa.