Vietnam vive en moto. Todo puede llevarse encima, al costado,
empujado o remolcado por una de ellas. Todo es todo.
Prácticamente no vi una moto que no fuera de 125 cc., con un
largo sillín y en una proporción tremenda a favor de Honda. Y a estas motos se
les daban usos inimaginables. Lo principal es llevar gente, claro. Saigón
(perdón, Ho Chi Minh City, ¿cuánto tardarán en quietarle el nombre artificial?)
y Hanoi tienen varios millones de habitantes cada una y la proporción es de más
de una moto por cada dos habitantes; en Hanoi, siete millones de personas y
cuatro y medio de motos.
Eso significa que en las horas punta – y no sé si hay
horas valle -, el monumental atasco lo es de motos. Avenidas enteras que
conducen al interior de la ciudad desde
las afueras se colapsan con mares de motos entre las que coches,
autobuses y camiones sobresalen como monstruos abultados e incongruentes. La
moto es muy ágil, pero en esta situación no lo es tanto.
Y eso a pesar de que
la astucia y habilidad manejándolas haga que ocupen cualquier espacio. Los
carriles contrarios,
enteros, se ven
invadidos, y el tráfico que debería circular por ellos se aglomera en el
espacio que la masa motera les deja. Las aceras se convierten en nuevas
calzadas, en las que las motos circulan en uno u otro sentido sin orden
ninguno, despacio, esquivándose, eludiendo farolas y peatones, puestos de
comida y otras motos aparcadas pero… avanzando.
Las rotondas son dignas de
cogerse un banco y, al modo de los vejetes de Astérix en Córcega, comentar las
distintas situaciones: motos girando en sentido inverso, zigzagueando sin prisa
ni pausa y saliendo indemnes; autobuses rodeados que sin embargo, y
milagrosamente, no paran, no cambian su trayectoria, no dañan y no entorpecen.
Todo es fluido, tiene un ritmo, tiene sentido en medio del caos aquel. No vimos
ni un solo accidente, aunque el guía nos advirtió de que los conductores de las
motos que circulaban por fuera de los carriles que tienen asignados (y que
están pintados y señalados perfectamente, pero que son, sencillamente,
incapaces) “estaban jodidos” en caso de provocar uno. Literal, aprendió español
en Cuba, qué gracioso el tipo.
Muchas motos, sí, y con mucha gente encima. A ver. Pero cuánta. Hemos visto hasta cinco personas
encima de una de ellas, pero es que tres y cuatro no eran nada excepcional.
Familias enteras, con el padre conduciendo, un chavalín en sus rodillas, otro ensandwichado y detrás, la madre con un
bebé en brazos y mochila. Ríete tú del carril BUS-VAO, eso sí que es un VAO. Un
vahído más bien.
|
Boy scout al rescate |
|
!Agua! |
|
Cuatro chuches |
Pero no solo era una cuestión de número, sino de uso.
Porque, sin modificaciones mecánicas, caben un montón de
posibilidades. La lista es interminable: dos
personas y un armario, dos y sus bolsas, cestas con patos o gallinas,
bicicletas en brazos mientras el otro conduce, jaulas de pajaritos, cubos,
cajas, toneles, sillas, leña, flores, fruta, cestas de cestas, bombonas de
butano (de color lila), escobas, ataúdes (lo juro), vitrinas con comida para
vender, redes, un cerdo o dos… Mi campeona particular fue una que llevaba una
nevera. Ya tiene su mérito, ya. Pero llevarla de pie, ¡llevarla de pie!,
hombre, eso sí es artístico y meritorio.
Y luego había maravillas del ingenio con adaptaciones para
sostener más jaulas, vitrinas, flores o lo que sea. El colmo eran las
superespecializadas en forma de puesto callejero de salchichas o similares, adosadas
a modo de sidecar, de manera que la moto parecía el apéndice y no al revés.
O
los carricoches que arrastran, unidos a una bola de remolque adosada al colín;
algunos son más largos que un coche y llevan en ese remolque maquinaria (una
motoazada por ejemplo), una carga de mazorcas de maíz u hortalizas, 5 y hasta
seis personas, maderas y tubos, otras motos… La bomba.
|
Qué rica la mazorca |
|
Estilo, eso es estilo |
|
Preparados, listos |
¿Y el modo de conducir? Tranquilo por lo general, de tal
suerte que hay lugar y tiempo para cualquier cosa sin dejar de esquivar
peatones, bicis, coches y, sobretodo, otras motos. Se puede conducir con una mano
mientras con la otra sujetas una inmensa bolsa a tus espaldas. Puedes llevar un
periódico en el manillar y leerlo en los semáforos. Puedes llevar a dos niños
al colegio, con sus mochilas escolares y sus uniformes -algunas motos llevan un
manillar de juguete almohadillado en medio del de verdad, con peluches, para
que el niño que va allí pueda agarrarse mejor y hasta dar una cabezadita… Sin
olvidar que se puede, perfectamente, ir cuatro en una moto de tal manera que ella,
muy
chic, monta a lo amazona y él,
muy
businessman habla por teléfono.
Juro que les quedaba sitio en el trasportín para un quinto pasajero.
Para terminar, el equipamiento del piloto. En caso de
lluvia, cosa nada infrecuente, todo cubierto con chubasqueros modelo CarpadelPrice que lo cubre todo menos
los ojos del conductor. Casco llevan siempre los conductores, eso es cierto. Un
quitamultas que me vendían por cuatro euros. Ya el pasajero es otra historia, y
menos si son niños, que no terminan de
comprender las ventajas de seguridad que les reporta un casco. A ver,
sinceridad, ¿para qué se van a poner un casco como medida de seguridad cinco
tipos en un moto? Honestos, son
honestos. Vamos como nos sale y punto. Lo que perdonan menos es la mascarilla, que
en el campo no usan apenas pero en ciudad nunca falla. Puede ser a juego con el
casco (las chicas), puede ser plenamente quirúrgico-sanitaria, puede ser de
algodón o de fibra, puede tener los cuadros de Burberrys o ser lisa y lasa, infantil
o seria, puede tener una o dos cintas de enganche al cuello pero la mascarilla,
junto al casco y el chubasquero va siempre en la moto. Los guantes fallan más,
pero con ese clima tampoco extraña, la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario