martes, 17 de septiembre de 2019

VASCO DE GAMA, DE SINES A COCHIN (¿Y LISBOA?)




Recomiendo mucho el fabuloso libro de Roger Crowley El mar sin fin, que recoge magistralmente los trabajos, personajes, actitudes y valor de los grandes navegantes portugueses del siglo XV e inicios del XVI, cuando Portugal y España (Castilla más bien) estaban a la cabeza de Europa y del Mundo.

Portugal, guiado por reyes cultos y de valía (Juan II, Manuel I), apostó por las ciencias y las artes, en particular por las de aplicación marinera, para competir con las todopoderosas ciudades-estado italianas, especialmente Génova y Venecia, que, con cierta connivencia con los reinos musulmanes (cosa harto prohibida por los Papas), monopolizaban el comercio de especias. Y decidieron buscar una ruta alternativa, buscando el misterioso e inexplorado confín sur de África para así llegar a las Indias. En todo esto compitieron con los españoles, que apostaron por la otra vía, la oeste, pero lo hicieron un tanto a remolque. Fueron los portugueses los primeros en adoptar como cuestión de estado la búsqueda de una ruta propia a las Indias. Ese comercio les haría poderosos.


De los grandes logros de los navegantes portugueses hay cumplidísima información y un relato vibrante en la líneas de Crowley, pero la lectura del libro en Sines y el recuerdo de los Jerónimos y de Cochín, me sirven para centrarme en Vasco de Gama. No es esto una biografía, que fue larga y densa, pero el resumen podría ser que el amigo era de armas tomar. La masacre del Miri, un barco sarraceno que hizo arder con sus ocupantes dentro, o sus cañoneos inmisericordes de plazas africanas e indias para infundir temor a sus gobernantes de cara a las negociaciones no fueron una broma. Los portugueses se ganaron fama de crueles a lo largo de la ruta. Ilustrativa es la tortura llamada “merdimboca” que no precisa aclaraciones. Vasco fue el primero en llegar a la India, en concreto a la antigua Calicut (hoy Khozikode, a donde yo llegué en uno de esos trenes indios...) y a Cochín (hoy Kochi). Los múltiples avatares, negociaciones, amenazas, luchas y acuerdos con los gobiernos locales merecen la lectura del libro. 


Pero sin haber prestado aún atención a la figura de de Gama, me llamó la atención, como siempre, encontrar en Cochin (ver Reliquias de Madrás y Goa) una iglesia plenamente portuguesa, como las que podemos encontrar en toda la península ibérica, pero a miles de kilómetros. De ella se dice que es probablemente la más antigua de Asia, en donde se encuentra la primera, y probablemente la única tumba auténtica de Vasco de Gama: una discretísima lápida, rodeada de una escueta cerca donde reposó el navegante, víctima aparente de la malaria. 



Cochin es famosa por haber sido un enorme centro comercial, ya desde antes de la llegada de los portugueses y que rivalizaba con Malaka, en la costa malaya, como uno de los principales puertos de las especias orientales. Allí quedan, como pálidas señas de aquella grandeza, las redes de pesca chinas, las casas de los comerciantes de origen chino, los edificios coloniales europeos (portugueses, holandeses, británicos) y hasta una preciosísima sinagoga. Y por haber albergado los restos de Vasco de Gama.




Pero un imperio que se precie no puede dejar a sus héroes por ahí enterrados (sonrisas). Los Jerónimos, en Lisboa, parecían lugar adecuado a tal personaje (no fueron tan considerados con el verdadero hacedor del imperio portugués, Alfonso de Albuquerque, que murió en Goa, pero esa es otra historia). Los Jerónimos albergan la tumba oficial, impresionante y refinada, al estilo manuelino que nada tiene de sobrio. Pero aunque hay dudas sobre si allí reposa verdaderamente Vasco de Gama, no es mi asunto. Visitarla es obligado y merece toda admiración como obra de arte, haya quien haya dentro.

Y por último, Sines, su pueblo. Un pueblo marinero que ha recibido la “bendición” de un gran puerto mercante, supongo que como un homenaje actualizado a nuestros tiempos dedicado al gran navegante. El puerto original, de hecho, apenas si se puede reconocer. Pero la zona vieja aún puede pasearse muy a gusto, con restaurantes donde comer muy bien, con un estupendo museo de arte contemporáneo y con una casita que presume en una placa de haber sido la vivienda de Vasco de Gama. El castillo ofrece una supuesta casa natal considerando que su padre fue alcaide de la fortaleza y, sobre todo, a su costado hay una impresionante estatua mirando hacia el mar, dando una potente estampa.






En fin, que Vasco de Gama costeó África occidental, dobló el Cabo de las Tormentas (Buena Esperanza, pero eso es posterior), recorrió la costa de África oriental pero, sobre todo, dio el salto, a expensas de los monzones, hasta la India. Y lo hizo el primero.

PS: es apócrifa probablemente (las fechas ofrecen dudas), pero hay una inscripción en el monte Popa de Birmania (ver) según la cual Vasco de Gama donó veinte dólares. 


viernes, 30 de agosto de 2019

EL PUERTO DE PELUSIO. PESTE, GATOS Y RATAS.



La actual Tel el Farama, es una ciudad anodina situada muy cerca del canal de Suez, que le da vida pero no belleza. El norte de la península del Sinaí es una zona deprimida y áspera, nada atractiva para el turista.

Sin embargo, en la antigüedad esta ciudad fue un importantísimo núcleo comercial y de comunicaciones, intersección de rutas terrestres y marítimas que enlazaban Egipto con Siria y con la costa oriental mediterránea. De entre sus varios nombres, el que más conocemos es el de Pelusio, Pelusium (latín) o Pelousion (griego), del que nos dicen que significa casi literalmente “la cenagosa”, ya que en tiempos históricos era el punto final de uno de los tres brazos principales del Nilo, generando una zona pantanosa y llena de lodos excelentes para la agricultura.


La visita de la antigua ciudad no es gran cosa, ya que las excavaciones no ofrecen atractivos comparables a otros lugares del norte de Egipto. Apenas los restos de un teatro romano y una gran área de muretes bajos que perfilan lo que fue la traza urbana. Y lo de ir escoltados ya casi se da por hecho y no impresiona. Llegar hasta allí desde el otro lado del canal es un camino largo, recto y aburrido. Entonces, ¿por qué visitarlo?


Pues porque fue muy importante. Aquí desembarcó, cerca del 333 a.C., el mismísimo Alejandro Magno en el inicio de su conquista de Egipto, y desde Pelusio inició el viaje que le llevó al oasis de Siwa a consultar el oráculo de Amón (y, ya de paso, a fundar Alejandría). Su cuerpo, parece ser, llegó también aquí doce años más tarde. Este es uno de los lugares donde aún se le busca.

Pero, en realidad, Pelusio es más conocida por dos sucesos asociados con los animales y cuyas fechas se parecen.

La primera es la batalla que tuvo lugar aquí entre el faraón Psomético III y el rey persa Cambises II. Sí, el del ejército perdido precisamente cerca del oasis de Siwa, del que se dice -y se discute- que se han hallado algunos restos recientemente. Pelusio fue una batalla legendaria, porque cuentan que en ella se usaron los gatos como arma. No sería correcto llamarlo guerra biológica sino, mas bien, psicológica y hasta religiosa. En fin, suena a cuento, pero se dice que el persa, viendo difícil la toma de la ciudad, decidió usar a los gatos, animales sagrados para los egipcios, como escudos y como bombas. Las diosas Bastet y Sekhmet se representan con las dos caras felinas: la primera es el gato cariñoso; la segunda, una leona feroz. Los soldados difícilmente agredirían a la imagen de un gato y menos a un gato vivo. Al grano: Cambises pintó en las corazas y escudos de sus soldados imágenes de gatos, de tal forma que a los combatientes egipcios les creara un conflicto religioso y moral atacarlos. Incluso usó gatos vivos atados a las corazas. Además, perros, ibis y algunos otros animales considerados sagrados, fueron dispuestos en vanguardia para impedir que los arqueros egipcios se emplearan a fondo en la brega. Y, ya el colmo, como la muralla les era inaccesible pese a todas estas ingeniosas estratagemas, lanzó gatos con las catapultas para infundir terror en la tropa enemiga al ver a sus sacrosantos animalitos tan vapuleados. En fin, que los egipcios perdieron Pelusio en el 525 a.C., Cambises tomó luego Menfis y envió a su ejército hacia Siwa con un resultado menos exitoso. Suena todo a gato encerrado, pero es lo que puede leerse acerca de la batalla de Pelusio.

Menos conocida es la participación de Pelusio en la primera gran epidemia conocida de Peste bubónica: la plaga de Justiniano. Iniciada en torno al 540 d.C. en esta ciudad, luego alcanzaría casi todo el imperio y, especialmente, Constantinopla, donde hasta el emperador que le da nombre enfermó. Su mujer, la emperadora Teodora, le guardó el reino con mano de hierro hasta que milagrosamente, cómo si no, el emperador se recuperó. El famoso general Belisario fue uno de los represaliados por haber conspirado mientas Justiniano y media población lidiaban con las bubas, la fiebre y el pánico.

La peste bubónica -asiática ella en origen- se propagó al Mediterráneo desde Pelusio, que actuó como primer gran foco conocido, aunque se estima que llegó hasta allí desde Etiopía. Lo que sucede es que la Peste bubónica tiene como gran portador a la rata, animal que también llegó al mediterráneo desde Asia a través de los barcos y puertos asociados al comercio romano con la India, la fuente del pigmentum (pimienta) y otras especias valiosísimas. Un puerto como Pelusio, lleno de grano destinado a Roma y Constantinopla, era el sueño de una rata. Bueno, y de un millar, no vamos a ir al detalle.

De la plaga de Justiniano hay muchísima información, ya que devastó el imperio. Se dice que no había suficientes vivos para enterrar a los muertos. Pero no hay que olvidar que llegó desde un puerto insignificante en donde las ratas y los gatos fueron muy importantes. Las ratas, seguro; los gatos…

lunes, 3 de junio de 2019

PRESENTACIÓN DE CÓLQUIDA, DOCE DÍAS

El pasado día 29, en la Biblioteca Municipal de Pozuelo de Alarcón "Miguel de Cervantes", tuvo lugar la presentación de mi novela Cólquida, doce días.
Acudieron más de 120 personas, entre las que se encontraban compañeros de muchos viajes, de la Facultad de Veterinaria y del Centro de Vigilancia Sanitaria (VISAVET) de la Universidad Complutense de Madrid, del Centro de Investigación de Sanidad Animal del INIA, amigos, antiguos compañeros y familiares.
Elena Cánovas, profesora especialista en Cultura griega, gran viajera y oradora, tuvo la amabilidad de presentarme.
Hablamos de mitos, de argonautas, de autobuses, de hoteles, de yacimientos, de música (¡Ay, Repetto!), de literatura, de leyendas, de museos, de comida...

Pero sobre todo, hablamos de viajes, hechos y por hacer.

Agotamos las existencias de libros, pero no las de vino, así que no estuvo del todo mal.

Gracias a todos por venir.