jueves, 27 de diciembre de 2018

MOTILLA DEL AZUER: AGUA FORTIFICADA




De los muchos rincones desconocidos de Castilla La Mancha, la Motilla del Azuer, en Daimiel, es desde luego uno de los más singulares. En todo caso, parece ser el yacimiento más importante de la Edad del Bronce en la zona. Para quienes hayan visitado Cerdeña, su parecido con los famosos e impresionantes nuraghi es asombroso. Nada mejor que visitarlos todos y comparar. Pero la Motilla está más cerca y luego pueden visitarse Daimiel y Las Tablas.




Lo primero que conviene es saber que una motilla es un montículo. Hasta su excavación, eso era este sitio. En este caso, uno artificial que suponía una elevación artificial en medio de un llano. Más precisamente, en la leve vaguada que forma el Azuer. Esta motilla descubrió en su seno una construcción.  En realidad, es un pequeño laberinto oval de muros concéntricos con una torre central; en su interior, lo que se protege es el que se considera el pozo más antiguo de la Península Ibérica. Los muros de piedra de más de ocho metros de altura rodean un patio en cuyo centro se encuentra el pozo, que baja otros 14 metros hasta el agua y que fue excavado según aumentaba la sequía y descendían los niveles hídricos, buscando las capas más bajas del nivel freático mediante rampas.



A su alrededor se encuentran unas cuantas viviendas. Hay también algunas zonas de enterramiento. Pero el núcleo fortificado, además de la imponente torre central,  albergaba y protegía otras estructuras relevantes, como los silos de almacenaje para conservar cereales (trigo, cebada) o leguminosas (lenteja, garbanzo), y los hornos, indispensables para las industrias alfarera, panadera y metalúrgica. Incluso se han hallado restos que confirman la elaboración de queso en época tan temprana.



Los manchegos saben bien lo profunda que está el agua en su tierra, y este pozo, descomunal para la tecnología de la época (se estima corresponde a un periodo situado entre los 2200 y los 1300 a.C.) es una prueba fehaciente de ello. De hecho, no es el único, sino que es el representante más destacado de una red de pozos de tipo similar esparcidos por los alrededores, que garantizaban no solo la posibilidad de regar, sino la misma supervivencia de la población en época de sequías, cuando los arroyos desaparecen y ha de recurrirse al agua subterránea. Por eso estaban tan bien protegidos, porque el agua valía la vida.



Aparentemente, los largos periodos de sequía habrían hecho que aumentaran los enfrentamientos entre poblaciones cercanas, y que los poblados -pero sobre todo los pozos- fuesen fortificados.  Las tribus nómadas de la era del Bronce, se asentaron así en poblados estables y comenzaron a almacenar e intercambiar productos con otros grupos cercanos. Pero el agua… ¡eso no!. Al vecino, ni agua, ya se sabe.



martes, 11 de diciembre de 2018

EL TEODOLITO DE EVEREST



En las aldeas que hoy son Calcuta se instaló en el siglo XVII la sede de las oficinas centrales de la famosa Compañía Británica de las Indias Orientales, o lo que es lo mismo, se convirtió en la primera capital de la India británica. 



El Victoria Memorial se construyó en estilo mixto anglo-sarraceno tras la muerte de la Reina Victoria. En 1921 se abrió al público. Es un enorme edificio de mármol blanco con una majestuosa estatua negra de la reina sentada frente a la entrada principal. En sus numerosos salones se exhiben obras de arte, cuadros y estatuas de la Reina Victoria y el príncipe Alberto, y un cierto número de objetos personales que pertenecieron a la reina, entre ellos un piano en el que ella misma tocó.



La enorme cúpula, de 56 metros de altura, muestra frescos que recogen algunos de los momentos más señalados de su reinado, incluida su boda. Interesante todo ello, pero más considerando que la Emperatriz de la India nunca estuvo allí. O que el edificio se construyó sufragado por estados y personalidades de la India, sin que el tesoro británico sufriera en absoluto. Bondad graciosa, ¿no es ello notable? diría Buentórax.



Pero el museo exhibe  también objetos históricos de la presencia británica en India y de la historia más reciente, incluidas, por ejemplo, las hojas para la recogida de 37000 firmas en contra de que las viudas pudieran volver a casarse según una ley promulgada en 1856. Qué cosas. A la entrada de una de las salas, se encuentra uno con un enorme teodolito ante el que casi nadie se para. Mi broma de si sería aquel el teodolito de Everest se resuelve a la salida, donde hay otro similar, esta vez rotulado “Everest’s Great Teodolite”. ¡Toma! A leer.



Everest fue el segundo director (después del verdadero ideólogo y promotor, William Lambton) del Gran Proyecto de Topografía Trigonométrica, iniciativa del Gobierno Británico de la India dedicada a explorar y cartografiar el país. Entre los muchos logros del mismo se encuentra la realización de la delimitación del territorio británico de la India -incluida la actual Birmania-, y la localización y medición de las montañas más altas del Himalaya (Everest, K2 y otras) así como la primera medición exacta de una sección de arco de un paralelo terrestre y de la anomalía geodésica de la Tierra.

El 10 de Abril de 1802, Lambton estableció la línea base para medir un grado de latitud y otro de longitud tomando como referencia inicial el monte de Santo Tomás en Madrás (ver). Luego se convertiría en un ambicioso proyecto que culminaría bajo el nombre popular de The Great Arc en 1871 y que aún hoy asombra, ya que sigue siendo una referencia en el cartografiado, ya que en distancias de más de 2000 Km, la imprecisión es menor de una pulgada. Eso considerando el clima, la orografía, la actitud nada amistosa de ciertas poblaciones hacia los británicos, inundaciones, fiebres… Y un instrumental de latón, vidrio y bronce, pesadísimo y difícil de desmontar, transportar e instalar con la debida precisión. Por no hablar de que no había ni siquiera una pobre calculadora, sino tablas y tablas para calcular. Unas 700 personas llegaron a tomar parte al mismo tiempo en los trabajos. Se dice que generó demasiadas muertes. Seguro.

El mismo Everest, que asumió la dirección a la muerte de su predecesor en 1823, enfermó gravemente y fue repatriado a Inglaterra en 1825 con pocas esperanzas de supervivencia. El viaje, sin embargo, le fue provechoso. No solo se curó sino que consiguió financiación y más material de última generación para su empresa, incluyendo un nuevo teodolito de 3 pies que le permitió poner en reparación otro que se había dañado al tratar de situarlo sobre una pagoda. Contrató también a un colaborador esencial, Henry Barrow, con el que acabó mal pero que le permitió reparar y crear instrumentos en la misma Calcuta, donde erigieron un taller de “instrumentos matemáticos” sin necesidad de los largos desplazamientos a la metrópoli. De hecho, crearon el que se conoce como “el teodolito de Everest”, uno pequeño del cual hay réplicas que pueden adquirirse hoy fácilmente por unos cientos de euros. Pero los de uso en campo, los de trabajo, eran los pesados (media tonelada) de 3 pies de alto. Como los que se pueden ver en el Victoria Memorial de Calcuta.