En Sassari, una de las visitas ahora obligadas
pero que en aquel momento era una oportunidad excelente, son los gigantes de
Prama, colosales estatuas, únicas y enigmáticas. El museo que las alberga, muy
reciente, está diseñado expresamente para exhibirlas. Y es impresionante.
Cerdeña tiene mucho, pero esto es muy especial.
El grupo de viajeros entró en la sala de
acceso reservado. Enormes figuras de piedra dispuestas en hilera y sujetos sus
fragmentos por una firme estructura de acero, aguardaban, espectaculares. Dos
metros y medio de altura, algunas casi intactas. Formidables. La luz entraba de
soslayo. Gran escenografía. La directora continuó con sus explicaciones,
iniciadas un buen rato antes en los laboratorios de examen, recomposición y
estudio de fragmentos procedentes de yacimientos arqueológicos. Habían visto
mares de trocitos de vasijas, ánforas a medio reconstruir, emperadores romanos
demediados, dioses rotos, estelas partidas… y piezas faltantes de los colosos.
No se exhibían al público aún. Faltaban dos
años para poder recibir visitas. El grupo había sido privilegiado con un acceso
sólo restringido a estudiosos. Algunos lo eran.
Siglo noveno antes de Cristo, figuras nunca
vistas antes, manufactura excepcional, detalles asombrosos. Casi todo
desconocido. La directora hablaba un italiano claro y fácilmente comprensible.
A esta figura la llamamos el “pugilator”, porque tiene los puños vendados.
Estas otras, de las que hay varias, son las del escudo sobre la cabeza, no
sabemos interpretar muy bien el porqué. El escudo: mirad qué detalle, se
aprecia lo que serían las grapas que sujetarían el cuero, un escudo ligero, con
una capa metálica tenue que lo haría resistente a las flechas, así que la
figura, con esta posición tan extraña podría tratarse de un guerrero que se
protege de una lluvia de flechas, pero no tenemos garantía alguna. Hay escudos
parecidos en otras épocas. La cultura a la que pertenecen estas figuras es la
de los nuraghi, pero lo desconocemos casi todo respecto a ellos…
- ¡Pero si es evidente! Clamó uno de los
visitantes. El escudo sobre la cabeza… sólo puede tener una interpretación.
Sus compañeros le miraron extrañados. Aquella
no era su especialidad. La directora enarcó las cejas, expectante.
- Eran adoradores de Tutatis, y, por tanto
sólo temían que el cielo cayera sobre sus cabezas.
Aquellos guerreros no habían oído tantas risas
en 30 siglos.
Siguieron avanzando. Las explicaciones,
prolijas, hacían referencia a los complejos adornos de brazos y pies, a la
particular y hierática disposición, la actitud de las diversas figuras… Todas
ellas representaban un pueblo guerrero y con suficiente capacidad y
organización como para producir semejantes representaciones de poder. No se
parecían a nada de lo conocido en la cuenca mediterránea. Los visitantes no se
cansaban de tomar fotos desde todos los ángulos, de hacer preguntas sobre el
hallazgo, dónde, cuándo, cómo… Respuestas eruditas: estratos, dataciones,
similitudes, análisis de restos orgánicos asociados, monedas coetáneas…
Alguien
hizo una nueva pregunta:
- ¿Y, el posible origen de este pueblo?
De nuevo, el tipo que hizo el chiste de Tutatis
alzó la voz.
- Hombre, pues clarísimo. En realidad, son
robots, llegados en una nave espacial. Viajeros del tiempo. Probablemente
arribaron aquí en compañía de otros seres más bajitos, como un cubo cuya tapa
da vueltas y emiten pitidos, así como de seres superiores de la casta Jedi.
Otra vez él. Miradas convergentes. Cuchicheos.
“Es pesadito, ¿verdad?” “Sí, hija, sí”.
- Joder, no me diréis que no son clavados a
C3PO.
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