miércoles, 14 de noviembre de 2018

LOS ELEFANTES INDIOS EN LAS GUERRAS (Y UN POCO EN EL ARTE)




El Museo Indio de Calcuta alberga el esqueleto de un gigantesco elefante.  El rótulo dice que medía 11,2 pies “hasta el hombro”. Eso son casi tres metros y medio. Y una foto lo muestra desfilando majestuoso en una parada allá por 1902. Impresiona mucho.

Gran parada con elefantes

Imaginemos por un momento que, siendo soldados, estamos en un campo de batalla, muertos de miedo e incertidumbre, esperando un ataque del enemigo. De repente, resuena la llamada de los clarines y lo que se nos viene encima es un animal de una altura tan descomunal, miles de kilos de peso, una velocidad muy respetable, que acomete probablemente barritando (de su propio miedo, de excitación o del dolor causado por quien le azuza), inmune aparentemente a nuestras minúsculas flechas, espadas o lanzas y que aplasta personas, escudos y caballos a su paso. Imposible detenerlo, como mucho podemos tratar de eludirlo. El pánico era lo más valioso que aportaba un elefante en la batalla. Pero tenía varios usos.

Los elefantes han sido, militarmente hablando, tanto tanques como, sobretodo, camiones y excavadoras. Los elefantes de combate se basaban en su volumen y agresividad (propia o inducida), en la capacidad de armarlos y protegerlos (dotándoles en los colmillos de bayonetas y otros elementos incisivos en las placas de defensa) y en que podían transportar a varios guerreros. Su capacidad como apoyo logístico ha sido mucho mayor, ya que eran (y son) especialmente valiosos cuando deben combinarse cargas voluminosas y zonas difíciles. Son excelentes tractores de arrastre y muy eficaces despejando el camino derribando árboles. Tienen además una enorme capacidad para vadear los ríos, hasta el punto de poder ser usados como puente para la infantería.

Hala, al trabajo

En Europa, se asocian a Aníbal, Cartago y Roma, pero poco más. En cambio, los elefantes fueron utilizados en los antiguos ejércitos indios, independientemente de las regiones, dinastías y épocas; se dice que India fue el primer (hace unos 4000 años) y último lugar donde se usaron con este fin. Como veremos, esto último no es del todo exacto o eso parece, pero no importa.

En realidad, suponían una demostración de fuerza y poder más que de efectividad. Los gobernantes indios poseían enormes rebaños cuyo coste de mantenimiento daba idea de su riqueza, importancia y liderazgo. Se menciona en varias fuentes a regentes de distintas dinastías que abarcan desde los siglos IV a.C. hasta época medieval (Magadha, Mauryas, Guptas, Pallavas, Cholas, Palas…) y de casi cualquier zona de la India, que contaban con miles de elefantes en sus ejércitos. Las cifras en fuentes antiguas son siempre muy discutibles, pero “cientos” parece un término muy repetido e intimidador a la vez. Los establos de Hampi son, sencillamente, abrumadores; de menor entidad son los de Orchha, pero también imponen. De su importancia da también una idea cabal la representación de estos animales en la iconografía monumental. Kharujaho es famoso por sus relieves eróticos, pero el ojo entrenado apreciará en mucho los magníficos elefantes de guerra con sus ocupantes encima (y alguna víctima sujeta con la trompa). Las puertas de la estupa de Sanchi ofrecen un ejemplo sobresaliente de relieves con elefantes, tanto en los hechos de la vida de Buda que allí se recogen como, sobre todo, en los cuadros sobre el poderoso rey Ashoka y su ejército. Los frisos de Modhera, Belur, Halebidu o Pattadakal, las ratha de Mahabalipuram, alguna estatua en el templo jainista de Ranakpur o en las cuevas de Ellora, las pinturas en el fuerte de Udaipur o en las cuevas de Ajanta (ver), los palanquines del fuerte Mehrangar de Jodhpur, las ankushas de las armerías de varios fuertes… por todas partes puede uno vislumbrar elementos asociados al elefante de guerra. 

Udaipur
Jodhpur


Elefantes en plena lucha. Kharujaho
Los establos de Orchha
El fuerte de Gwalior


Kharujaho

Los impresionantes establos de elefantes de Hampi

Fueron así mismo un botín preciado; las reseñas históricas están repletas de vencedores que capturan a los elefantes de guerra enemigos después de una batalla. Incluso podían evitar batallas, ya que su enorme valor podía servir como pago de indemnización y satisfacer al enemigo.

Se dice, a modo de ejemplo, que en la batalla de Hydaspes (326 a.C.), el rey Puru, Paurava o Parvataha (en griego: Poros) confió en sus elefantes para derrotar a los macedonios dirigidos por Alejandro Magno. Sus 100 ó 200 elefantes (según fuentes) fueron colocados en el frente de la infantería, como bastiones, para ahuyentar al enemigo. Alejandro, sin embargo, experimentado ya frente a una pequeña fuerza de 15 animales en la batalla de Gaugamela de 331 a.C. contra Darío III, los obvió, y se centró en destruir las otras tropas colocadas en los flancos. A medida que la caballería, la infantería y los carros de los indios se vieron sobrepasados, los elefantes, aunque lograron causar un cierto efecto inicial, recibieron numerosas heridas y, fuera de si, pisotearon a cualquiera que pudieran encontrar, en su mayoría indios. Alejandro capturó un buen número de animales, ganando así mucho prestigio y un valioso botín; estos animales intervinieron luego en las batallas entre sus sucesores, Ptolomeo y Antígono, en la lucha por Siria y en la batalla de Gaza (312 a.C.) y en otros episodios. Pirro, Ptolomeo IV y otros herederos del antiguo territorio de Alejandro los emplearon incluso en suelo europeo. Pero los más conocidos en este escenario son los del cartaginés Aníbal en su lucha con los romanos durante la Segunda Guerra Púnica. En realidad, la fuerza de Aníbal fue escasa en número (se estima en unos 40), y la larga marcha por Hispania (solo en la batalla del Tagus de 220 a.C. tomaron parte notoria) y Galia más el cruce de los Alpes, la redujo a algo simbólico que Escipión el Africano no tuvo mucha dificultad en hacer inútil.



La impresionante estupa de Sanchi y sus elefantes
 






El empleo en combate ha sido diverso, pero, en general, se utilizaban como complemento de refuerzo a la caballería o a las unidades de carros ligeros, ambos más ágiles y veloces, pero carentes de potencia suficiente como para mantener las posiciones. Ahí es donde, en segunda oleada, los elefantes, asociados con la infantería, tomaban y mantenían el terreno conquistado. Solo en ocasiones se empleaban como fuerza de choque, que es la escena más representada y presente en nuestro imaginario (incluida la Guerra de las Galaxias y sus elefantes mecánicos), a modo de gigantesca carga de caballería pesada, lenta, brutal e inexorable, a la que acompañaban los soldados de a pie y caballería ligera para proteger a los elefantes de la infantería enemiga y para orientar su embestida. Si su capacidad de ataque es innegable, ya que de un solo golpe podría deshacerse de varios soldados de infantería enemigos, ahuyentar a los caballos o pisotear los carros, su verdadero impacto era el psicológico. Las fuerzas enemigas se dispersarían, dando lugar a una brecha en la formación, que luego podría ser explotada. En alguno de los textos dedicados a su entrenamiento se afirma que un elefante proporciona protección como un fuerte de colina (giridurga), pero con la ventaja de ser móvil (sanchari).

Los elefantes también se utilizaron en combate como vehículos de comando, constituyendo una montura excelente para el comandante, permitiéndole tener una vista privilegiada y protegida del campo de batalla. Se suponía que los reyes y príncipes estaban bien entrenados en el manejo de elefantes de guerra. Como inconveniente esencial, esto hacía especialmente visible y fácil de detectar al líder de la tropa, convirtiéndolo en centro de los ataques. Su muerte o caída crearía así el pánico y desconcierto entre los propios. Recordad al jefe del pelotón de “Salvar al soldado Ryan” cuando le dice al novato que no le salude si no quiere que le mate un francotirador. Pues el jefe sobre el elefante destacaba, no hay duda.

Por último, las fortificaciones se disponen en muchos lugares de la India en alto o rodeados de un foso, como en todas partes, pero allí, según nos cuentan, el uso frecuente del elefante como ariete era el que recomendaba diseñar los accesos con curvas cerradas que les impidieran tomar impulso para el golpeo. De igual manera, los portones tienen siempre unos tremendos pinchos hasta una altura que en otros sitios no se ve. El viajero curioso puede fijarse en las subidas a los fuertes de Jaipur (Amber), Jodhpur, Gwalior u Orchha, y en sus puertas para verificar este punto.

La entrada a Fort Amber, en Jaipur

La puerta del fuerte de Orchha

Por razones de economía, los elefantes de guerra solían ser capturados y entrenados, no criados en cautividad. Se usaba a los machos, aprovechando su natural agresividad; las hembras no solían aparecer en primera línea dada su segura huida ante la carga de un macho en las filas enemigas. Los veterinarios de zoo conocen bien lo difícil que es manejar a un macho en celo, razón por la que la mayoría de las exhibiciones actuales sólo tiene hembras. Aun así, el manejo de estos animales en cautividad, lo más próximo que uno puede acercarse a lo que pudo ser una “unidad de elefantes” es de todo menos sencilla por lo que nos cuentan quienes los tienen a su cargo. A los elefantes se les proporcionaban armaduras, campanas para el cuello, ganchos, estandartes y un castillete o palanquín donde el arma preferente de los ocupantes era el arco o la jabalina. Las trompas iban a veces equipadas con pinchos para aumentar el daño. El conductor del elefante se denominaba, además del término actual mahout, como ankushadhara (sánscrito: "sostenedor del anzuelo") cuando llevaba el ankusha o pica de dos puntas (curva y recta) para controlar el elefante. 

Se prestó mucha atención a la captura, entrenamiento y mantenimiento de los elefantes. La captura se hacía a veces mediante un ingenioso sistema: se cavaba un profundo foso circular y en su islote central se colocaba a varias hembras; se construía un puente y se aguardaba a que el macho hubiera cruzado el puente para retirarlo y así tener al animal retenido. Existen muchos tratados sobre estos temas, como el Arthashastra de Kautilya (siglo IV a.C.), que dan mucha información sobre diferentes tipos de elefantes, cría, entrenamiento y su conducta en la guerra. Se consideraban especialmente valiosos los procedentes del sur y Ceilán (Sri Lanka), por creérseles más fieros. Los mahouts antiguos hablaban de “romper la voluntad” del animal como manera de domesticarlos y hacerles trabajar. Algo similar a lo que ocurre en los entrenamientos circenses. En resumen, se trata de doblegar al animal mediante castigos físicos, ataduras, hambre o sed hasta lograr que realice la tarea deseada. Bienestar animal en estado puro, vaya. De ahí el movimiento creciente en contra de su uso turístico. Imaginemos lo que pudo ser el entrenamiento militar.

De la tradición occidental, dos tipos de elefantes africanos se han destinado a este uso: el elefante de bosque (Loxodonta cyclotis) y el de sabana o matorral (Loxodonta africana), si bien se menciona también la presencia en época romana de la subespecie norteafricana (Loxodonta pharaoensis) extinta en el s. II a.C., en parte por presión cinegética y en parte por los cambios climáticos acaecidos en la época, haciendo de la cuenca mediterránea un lugar más seco y caluroso de lo que era. El Elephas maximus indicus, propio de la zona asiática continental, ha sido y es el más empleado tanto en uso civil como en el militar dada su mayor capacidad de aprendizaje y domesticación. El tamaño varía entre ellos. Así, el elefante africano de sabana mide unos 3 metros de altura a la cruz (hasta casi 4 en algunos ejemplares excepcionales); los de bosque son menores, de un tamaño similar al de los asiáticos, entre los 2,5 y 3 metros. El tamaño de las orejas es también distinto y bien conocido. Pero no es el tamaño lo más importante una vez se alcanzan estas magnitudes. A veces, un mejor entrenamiento y agilidad iba en favor de animales algo menores. En todo caso, hablamos de varias toneladas de músculo a velocidades de hasta unos 16 kilómetros por hora. 

Los elefantes debían ser entrenados para tolerar golpes de todo tipo de armas, proteger a sus jinetes, ir a donde se les ordenase y ser capaces de combatir otros elefantes, infantería, carros y caballos enemigos. En el  palacio de Udaipur puede verse una foto impactante de la última pelea de dos elefantes celebrada allí en 1951, en la que dos elefantes, con su mahouts encima, se enzarzan con un grueso muro de por medio: a un animal se le puede entrenar casi para cualquier cosa. A pesar de todo el entrenamiento, al elefante no se le podía anular su carácter, a veces ingobernable, y esta naturaleza se mostraba cuando el elefante estaba herido, asustado o enfurecido. En tales casos, los elefantes hicieron más daño que bien; pisotearon a sus propias tropas, e incluso, en su estampida, llevaron consigo a algunos comandantes, alejándolos del campo de batalla, lo que se interpretaría tal vez como una huida, haciendo que sus soldados se asustasen, huyeran o se rindieran. Los mahouts llevaban a veces una puntilla y un mazo para impedirlo. Se recurrió en ocasiones a la práctica de intoxicar a los elefantes con alcohol, que aparentemente los excitaba y les hacía perder el miedo. Parece que en algunos casos se recurría a guerreros igualmente borrachos a bordo. Un mono con dos pistolas parece fiable comparado con un elefante ebrio y agresivo. 

Entre las descripciones de tácticas específicas para asustarlos y volverlos contra los suyos se cuentan el uso de antorchas, hogueras, carros cargados de material inflamable o, como se relata en un caso especialmente cruel, camellos cargados con estopa y brea y azuzados contra las filas de elefantes (idea de Timur). Plinio describe lo asustadizos que son ante el gruñido del cerdo, lo que propició en empleo de cerdos de igual manera por los romanos. Las plantas de las patas son otro punto débil contra el que disponer clavos ocultos o elementos punzantes de todo tipo. Los ojos eran otro blanco preferente para los arqueros. Y el más sencillo método de lucha era eliminar al mahout, sin el cual el elefante quedaba sin control. Los romanos se hicieron expertos en la lucha contra elefantes, usando hacheros contra las patas y arqueros contra los ojos, pero no los utilizaron apenas como arma propia.


Pese a su descomunal fuerza, el elefante de guerra sucumbía, una vez superado el pánico inicial, mediante técnicas fáciles de poner en práctica incluso por soldados a pie. El uso en combate cesó prácticamente con el empleo progresivo de armas de fuego, desde finales de la Edad Media, convirtiéndose en meros estandartes o en un arma anecdótica. El final de su vida en el frente no es tan antigua en realidad, ya que se usaron en Vietnam como transporte logístico de armas, munición y comida para los guerrilleros del Viet Cong a lo largo de las escabrosas y ocultas Rutas Ho Chi Minh, impracticables para vehículos. Los americanos describen ataques con helicópteros a columnas de elefantes que llevaban munición y arroz. Igual habían hecho los japoneses en la Segunda Guerra Mundial. Recientes aún, hay noticias del uso de elefantes por el grupo armado Kochin Independence Army, del norte de Birmania, usándolos para el transporte de armas. Seguramente los últimos elefantes de batalla actuaron en Birmania, en el primer cuarto del s. XIX contra los británicos. Y eso, entonces, era la India para los británicos, bondad graciosa.

Epílogo

Las últimas heridas de guerra recibidas por un elefante son, por desgracia, muy actuales. Las minas antipersonal causan numerosas víctimas post-bélicas entre las que se cuentan ellos.  Hay clínicas y centros de refugio para elefantes dedicados a retirarlos de su “vida laboral” en la entresaca de troncos o en las atracciones turísticas en todo el sudeste asiático. En algunas de ellas, han desarrollado incluso prótesis para reconstruir en parte la extremidad dañada. Lo asombroso no es solo que las prótesis funcionen, sino que, como una muestra más de su enorme inteligencia (sirva como juego de palabras), los animales las aceptan con cierta facilidad y hasta alegría. Buscad los vídeos, son una lección.



No hay comentarios:

Publicar un comentario