miércoles, 12 de noviembre de 2014

DESAYUNAR EN RONCESVALLES: DE LES TOASTS A LA ROLAND

Carlomagno no fue derrotado por los árabes, ni por los guerreros navarros. Ni siquiera creo que fuese vencido en los llanos de Roncesvalles ni en el paso de Ibañeta o en los alrededores de Valcarlos. La verdad histórica me ha sido revelada en directo. Carlomagno y Roldán pasaban por allí con sus tropas a la hora del desayuno. Y la cagaron.
Despertar en Roncesvalles es un privilegio. Bueno, según cómo de cerca tengas el campanario, porque si te alojas en la segunda planta de la hostería, la campana puede darte en la boca a poco que te asomes por el velux del techo. Pero las vistas son excelentes, eso sí. Los peregrinos pueden tener en este punto algo más de suerte, ya que el albergue queda debajo. Si te acercas sin ser peregrino, dos holandeses muy amables te explicarán que no es un lugar visitable, pero ya llegará el día en que me aloje allí.
Pasados los campanazos, el sufrido viajero se apresta  a buscar dónde desayunar. El hotel es una posibilidad, pero se nos antoja caro. Probemos otro sitio… ¿Otro sitio? Bueno, hay dos locales más abiertos al público, así que hay incluso dónde elegir.
En el primero donde entramos a preguntar la cosa se hizo sencilla aparentemente. Ni un cliente. En la barra, el dueño o alguien con nociones mínimas de atención al público.
- Buenos días.
- Buenos días.
-¿Puede prepararnos desayuno para ocho?
- Sí, claro.
Nos ha jodido, mejor algún cliente que ninguno, ¿no?
-¿Qué puede ser? ¿Tostadas? ¿Bollos?
- De todo.
- Ah, estupendo. Voy a avisar a los demás.
Acto seguido, y en todo momento sin otros clientes que el grupito anunciado, desembarcamos y tomamos posesión solemne del local, donde empezamos a pedirle algunas cosas:
- ¿Zumo de naranja natural?
- No, no tengo.
- Vaya… bueno, ¿y tiene leche de soja?
- No, no tengo.
Vale, exotismos no. Comprendido.
- Eh… bien, bueno, ¿unas tostadas?
Sí, ¿cuántas? ¿Mantequilla y mermelada?
- Para ocho (a ver si no somos adaptables y facilones), ¿pueden ser con tomate y aceite? (no va a ser todo fácil)
- Eh… sí, claro (ya dubitativo).
Bueno pues ocho tostadas con tomate y aceite parecían sencillas de hacer. Pero resulta que no es lo que allí se estila, y va y nos trae unas tostadas quemadas y con un chorro de tomate triturado por todo aliño. Claro, ya ves que aquello no pinta bien y le pides tomate natural. Y sin despeinarse, porque el que te las trae estaba calvo como una bombilla aunque lucía patillas de hacha, te casca medio tomate y un cuchillo para cada uno. Allá te lo prepares tú como mejor te guste. Ea. Maneras de vivir. En fin… las cosas de salir de casa. Resignadamente, nos hacemos cada uno nuestro apaño lo mejor posible y tiramos millas. Vaya decepción.
Bueno, pero como en la mili, siempre se puede estar peor. Dos noches en Roncesvalles permiten una segunda opción. A la mañana siguiente, empeñados en no hacer uso del desayuno del hotel (¡pero qué gilipollas!) tomamos la sabia decisión de probar en el otro bar. Nuevo descubrimiento de la tipología lugareña:  al patillas se suma el “melapela”.
Bar vacío. Tipo en la barra. Nosdías, nosdías.
- Queríamos desayunar.
Le subieron las pulsaciones a 40 por lo menos.
- No, no se puede. No tengo pan.
Las ocho y media de la mañana. Un bar. Lo que viene siendo hostelería. Y no sirven desayunos. Porque no, y punto, sin explicaciones. Pero, a todo esto, sin despeinarse tampoco (este tenía pelo) y sin mayores complicaciones conceptuales. No sirvo desayunos. Abro el bar a las 8 porque soy así de chulo, hostia. No es por dinero. Yo abro, otra cosa es atender al cliente, eso a mí…
¿Dónde pues? ¿Otra vez donde ayer? Ya sabemos cómo funciona, ¿no? El truco es no crear confusión, consumir sólo y únicamente lo que tiene que ofrecerte, olvídate de tus gustos o preferencias, señorito de mierda.
- Buenos días.
- Buenos días.
- Queríamos ocho desayunos. Otra vez.
- Muy bien, ¿tostadas?
- Sí.
Pues tienen que esperar, porque no me queda pan.
LA HOSTIA, ¿OFRECES TOSTADAS Y NO TIENES PAN?
Ahora mismo me lo traen. Y coge el tío y le encarga a un cliente – sería amigo, digo yo- que baje al pueblo de al lado (son 2 Km) a por seis barras de pan.
Nos miramos. ¿Esperamos? From lost to the river.
Aguardamos un rato – sentados afortunadamente- y, a no mucho tardar vemos llegar al del pan. Y cinco minutos después vuelve a  aparecer nuestro amigo el de las patillas para traernos la primeras tostadas.
- ¿Mantequilla y mermelada?
- ¿Puede ser tomate?
El tipo se desconcierta. Cruce de cables. Había dado por hecho que sólo mantequilla y mermelada cabía en nuestras estrechas mentes. Cuatro de nosotros levantamos la mano para el tomate. Nos mira. Resignado (u homicida, no sé), vuelve a la cocina. Al cabo, regresa con la puta mantequilla y la jodida mermelada para los elegidos y aceite, sal y medio tomate a repartir entre los cuatro sediciosos. Os jodáis, viene a decir.
Ya descojonados, nos miramos, nos reímos y cortamos el tomate cuidadosamente, como al microtomo y nos tomamos nuestras tostadas conveniente requemadas, aceitadas al gusto y aromatizadas exquisitamente con unas finas, qué digo, transparentes lasquitas de tomate: “De les toasts a la Roland”. Nouvelle cuisine pura y dura.

Si vais a Roncesvalles, no os equivoquéis, el desayuno del hotel no puede ser tan malo. Y si lo es, no es el peor, seguro.

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