Siempre me pareció injusto que en los libros escolares de Geografía e Historia, la Geografía fuera, obvia y marcadamente, de mucha menor entidad que la parte dedicada a la Historia. Con apenas unos pocos temas, nos despachaban aquello y entrábamos en los procelosos mundos históricos. Por eso siempre me ha gustado la Geografía. Supongo que el atlas postal de España de un tal Briones también pudo tener alguna influencia, pero no estoy nada seguro de que mi afición se corresponda con las líneas de distribución de envíos, los trenes correo y otras cosas así.
No, la Geografía me ha atraído siempre como parte importante de lo que he visitado. Saber cuanto más mejor de los sitios visitados o por visitar, al menos durante lo que durase el viaje, siempre me ha ocupado; luego ya la memoria haría su trabajo y lo iría olvidando. Sin esfuerzo alguno.
Por eso, un libro titulado “La venganza de la geografía” captó mi atención de inmediato. Y el subtítulo aún más: “Cómo los mapas condicionan el destino de las naciones”. Es un buen libro, sin duda, pero atraviesa momentos un tanto pesados, especialmente cuando revisa los conceptos de geógrafos de finales del XIX y principios del XX sobre los que se fundamente la ciencia de la geopolítica actual. Sin duda, es más mi impericia en valorar estos pasajes que su excesiva densidad, pero me queda una cierta duda… Y eso es así porque en otros tramos del libro, el discurso es tan ágil y tan actual que engancha. Es especialmente brillante, o lo fue para mí, la parte que dedica a analizar las zonas del mundo especialmente importantes en lo que se llama geopolítica, y que se rigen por complejísimas influencias, amenazas, fortalezas, debilidades, intereses y actores.
Por qué China extiende sus redes y cómo lo hace, qué países reciben su “ayuda” para crear líneas férreas o gasoductos que convergen hacia territorio chino o hacia puertos construidos por ellos y en los que atracan sus barcos. Por qué las islas de la fachada pacífica china le resultan un estorbo en sus líneas de comunicación – de abastecimiento- para aprovisionarse de todo cuanto obtiene en África o Latinoamérica. China alimenta al 23% de la población mundial y tiene sólo el 7% de la tierra cultivable, nos dicen. Una frase para enmarcar: “Los chinos te estrujan o te fascinan de manera sistemática y total”. Preciosa.
Qué papel juega India, cuyo noroeste es islámico (hay una interesante reflexión acerca del surgimiento y expansión del islam) y ha sido puerta de entrada de numerosas influencias a lo largo de la historia, así como de culturas (incluida la griega), reinados y modos de gobierno para ese subcontinente. Ahora, el tándem Pakistán- Afganistán determina en mucho la manera de relacionarse de la India con el Asia central, terreno de disputa con el otro imperio creciente, el chino y con el imperio que no quiere dejar de serlo, el ruso. Por qué Irán es un pivote central y crucial en todo este tablero de ajedrez. Y, asombroso, por qué Afganistán está llamado a ser el centro neurálgico energético de esa compleja Asia central. Cómo Turquía hace de puente – real y virtual- entre el mundo islámico y el europeo; y cómo resulta ser un país determinante para sus vecinos, hacia los que se ha vuelto en una rearme islamista que aumenta en un país laico desde Atatürk, algo en cuyo origen puede estar el rechazo de la Unión Europea a su asociación a la misma… La gran Rusia y sus dimensiones continentales, con las implicaciones que eso tiene en su dinámica política y de presencia en el mundo. Yo no lo sabía, pero Rusia tiene un PIB comparable al de Italia, y sin embargo, su papel en el mundo excede en mucho a esa fuerza económica. Se disputa con China buena parte del territorio de Manchuria y, según el autor, con poco futuro: las armas cederán, necesariamente, a la potencia demográfica china. Y la demografía rusa retrocede… y la europea… y la norteamericana. La parte final del libro es un estudio y una crítica acerca de dónde deben los EEUU volcar sus intereses y recursos. Y la conclusión es que, desde luego, no en Irak o Afganistán, sino en México. La presión demográfica del sur acabará por ayudar o debilitar a los estadounidenses en función de cómo se relacionen con México. Si le ayudan a progresar – y no económicamente sólo, sino, especialmente, en la consolidación como estado viable, democrático y estable- según el autor, los Estados Unidos dejarán suavemente de ser la potencia número uno del mundo para pasar a ser una importante zona socioeconómica en compañía de sus cada vez más potentes socios mexicanos y los irrelevantes canadienses. Nos da otra idea por la cual vale casi la pena el libro: Las fronteras estáticas entre sociedades de distinto nivel juegan siempre a favor de la sociedad menos avanzada. La de EEUU con México es la frontera del mundo que divide a dos sociedades con la mayor diferencia de renta per cápita. Me gustaría saber si la de Ceuta o Melilla se distancia mucho.
En fin, habla este libro de muchas cosas, pero muy pocas de España y Latinoamérica. Es un libro muy “anglosajón” en todo. Pero tiene su gracia. Acerca de los nacionalismos nos dice que estos son y serán aún más en el futuro, urbanos. No hay “tierra” como elemento central del movimiento político, sino ciudadanos urbanitas. De España dice poco, la verdad. Echo de menos alguna referencia más al papel que tuvo, pero… eso sí, menciona a Cataluña entre las regiones del norte de Europa. Joder con la geografía. Qué pifia. ¿Serán errores todo lo demás?
No hay comentarios:
Publicar un comentario